jueves, 25 de diciembre de 2014

La fugacidad de la felicidad

En esa calidez que desprende una pisada en la instantánea y fría nieve se encontraba el deseo que todo el mundo había pedido. Era esa misma esencia de calidez que se encuentra por un instante. Porque el frío siempre permanece, pero ese momento en el que la nieve se derrite abruma a cualquier espera.

Y es que ese momento que puedas recordar debería de ser aquel que te hace mejorar. Porque la felicidad pasada es como el agua, sigue sin rastro alguno, pero el momento en el que te complicas la vida y sales adelante; aprendes y sigues una vía que te lleva probablemente a la felicidad en el futuro, e incluso en el presente.

Y piensas en esos días en los que crees que has perdido, y sin embargo has ganado lo más grande. Cuando toca hacer lo que no te gusta, pero al final tienes  tu recompensa. Cuando actúas en caliente, pero al final, como todo, te enfrías. El momento de recapacitar y recapitular, tú momento.

Así que, una vez más, la fugacidad se evapora en el presente, pero radica en el futuro para mejorar, para encontrarte y encontrarme, porque en el más leve roce entre dos polos opuestos radica la verdad. Como en el abrazo que está esperando, porque el frío se quiere ir. El calor está por llegar. Aquí y ahora te digo: Hola, es la hora de comenzar a caminar por tu camino de nieve. 

martes, 16 de diciembre de 2014

El beso en la cabeza

  • -  Antes no pensabas así.
  • ·   Antes no estabas aquí.
El comienzo, como la enseñanza, arranca en el aquí. La verdad es tan relativa que la disfrazamos con: “yo nunca”, pero esa realidad, que es al fin y al cabo la única que te lleva a realizarte a ti mismo y a encontrarte con lo que de verdad existe, va más allá de las palabras, te sigue con tus propios hechos, y sabes que en todos ellos has mentido,  porque antes, tú no estabas aquí.

Ahora ya no existen esas mentiras. Se han cambiado y disfrazado de caricias. Besos en la orilla de esa miel derramada en la tostada. Se ha pasado a la realidad por el forro en esos interminables intercambios de miradas. Se ha caído en la tentación y has acabado manchado con sus suspiros. Te han derramado por todo el cuerpo esa sensación de plenitud. Esa que solo entra en el momento de acercarse al fuego, cuando necesitas descongelar las ideas.

En calor, y con la promesa de dejar a la realidad apartada de todo. Incluso alejada de todos esos pensamientos pasados. Y alejada de una mente en blanco, que solo se acerca a esa realidad en el momento que tiene ante sí esa sonrisa desperezándose sin razón alguna. Justo en ese calor es en el que sin darte cuenta se presenta, sin su carta de presentación, la relajación máxima.

Así, sin ojos a los que mirar en la oscuridad placentera, que encuentras entre los brazos de una persona que nunca esperarías en el andén de las tres y cuarto, llegó el momento más agradable del mundo, se inclinó y como si de un dios se tratase os bendijo a los dos con ese beso en la cabeza.

lunes, 8 de diciembre de 2014

Diciembre

Siempre se quejaba de la soledad. Pero había decidido que en aquella soledad, en aquella en la que tanto le gustaba quedarse, en la que hasta el frío se le calaba hasta no poder dormir despierto. Allí, justo en el momento en el que lo estaba pensando, pasó. Acababa de entrar en diciembre y respetaría aquel mes por todo lo que conllevaba y decidió darle a él y solo a él, el privilegio de ser el único.

Era el único en el que podía despedirse antes de poder dar la bienvenida. Era el único en el que dejaría que el frío lo congelase por poder disfrutar en la calle de aquel apretón de manos. Era el único con el poder de sacar el sol por la mañana para derretir a la noche. Era el único en el que pensaría antes de que todo se acabase. Era el único que le permitía volver a todo lo anterior. Era el único en el que se presentaba la ocasión de ver la vida, aquella que siempre era tan oscura, ahora de blanco.

Y es que pasear en diciembre es la oportunidad de descubrir y a su vez de volver. Como en una máquina que sube y que baja en el tiempo. Ahora tienes tres años, ahora tienes sesenta y tres. La cuestión es que siempre le das la oportunidad a este mes. Porque siempre sabes que todo irá bien, que ni el frío será capaz de desaprovechar tus capacidades. Que esa blanca navidad siempre se cumple, nieve o no, porque llega el nuevo propósito. Y todo se olvida. Diciembre es el mes. Y tú eres mi oportunidad. 

martes, 25 de noviembre de 2014

El Legado

Aquella luz comenzaba a transformar cada sombra en pequeñas luciérnagas. La alergia a esa luz comenzaba a evaporarse. Y la lluvia caía en la carretera borrando las huellas de todas aquellas decisiones.

Así comenzaba otro momento más de su vida. Porque ya no estaba. Había cambiado algo en su mirada. Quizás fuese el brillo. Quizás fuese la oscuridad. Pero la forma en la que apreciaba lo que veía acababa de transformarse.

Sentía esa grisácea intuición que se tiene en el momento que algo no está. En ese pequeño y duro instante en el que se borra la sonrisa y se dibuja esa cara que no está viendo más allá de su recuerdo. Es ese egoísmo que acaba de acordarse de que en el pasado había algo que necesitaba, y decide que ahora sería un buen momento para revivirlo.

Acababa de chocar contra los ojos blancos del recuerdo. Aquellos que escribieron alguna vez una historia para recordar. Era uno de esos recuerdos que aparecen personificados en sentimientos. Sentimientos, como aquellos que se perdieron tras ese mismo recuerdo. 

martes, 18 de noviembre de 2014

Al final del callejón

Siempre sabes cuando no es el momento de algo. Porque esa terrible sensación de desesperación por lo que haces se derrite en lo irresistible de romper las barreras de la realidad. Ese es el instante exacto en el que el acto que haces es el más importante de tu vida. Y lo peor es que normalmente sale bien. Así son los actos en sí. Miran por sí mismo, como nuestro más profundo egoísmo. Pero, los actos, al igual que la mierda, traen más actos.

He aquí las consecuencias, como vil hienas que atacan a la presa más débil, o incluso los desperdicios de lo que quedo de aquello que un día fue grande. Aquello que un día tomó la decisión correcta en el momento exacto para cagarla. Así es la vida, te da los momentos más importantes en el presente, porque el futuro no es tuyo, es de las hienas.

Pero siempre queda ese halo de esperanza, aquel que se esconde en las tinieblas del que no quiere ver más allá de su propia ineptitud.

Aquel que dijo que nunca haría aquello con lo que acabará ganando la batalla de su vida. Aquella que subestimó el poder de la seducción al final del callejón. Justo donde acababa su parte oscura, una luz se disfrazó de bendición, y llegó a su vida lo mejor que nunca tuvo. Lo nunca conocido, y triunfó el mal, aunque eso nadie lo sabía

lunes, 10 de noviembre de 2014

Wait

Mi yo decidió por mí. Se desperezó de tal forma que mis brazos rozaron el cielo. Llegaron más allá de las nubes, esas que vuelan entre nuestras ilusiones. Creció hacía abajo una forma de ver la vida que enraizó con una nueva idea al otro lado del mundo. Y comenzó a seguir los pasos que no estaban escritos.

Parecía como si un camino de nenúfares se abriese a su paso. Gota a gota se desesperaba su plumaje. Cuando parecía que se acostumbraba a ver caer desde el cielo todas esas historias en forma de agua, que nunca le calaban, intentó volar, y en ese momento se dio cuenta de que no todo se puede. Estaba mojado, y el agua, siempre va para abajo, como sus ganas de volar. Estaba anclado a esa nueva necesidad de mojarse. De luchar contra el frío, día sí, y día también. No era el momento de iniciar esa huida al cielo hacía una libertad que quizás fuese tan brillante como el sol.

El niño que jugaba con rayos en el día a día, ahora quería esperar bajo la lluvia. En esa tremenda oscuridad que sentía y veía, más horas de las necesarias para soñar, se sentó para descubrir como una historia no se escribe en el futuro. Era la hora de quedarse lejos de lo que tenía más cerca, era el momento de que se rompiesen todas las ventanas y entrase el agua para limpiar la espera. 

lunes, 3 de noviembre de 2014

Acelerando

Mil y una palabras comenzaban a rondar por esa cabeza alocada. Cada una de ellas tenía otros tantos significados. Era un caos perfecto para perderse y comenzar a inventarse una nueva historia. Como la tuya y la mía. Con esos mil significados,  y esos mil besos perdidos y escondidos en los famosos caminos que decidíamos encontrarnos en cada uno de esos pensamientos que dábamos cada día de la mano.

No sé si se llamaba venda o simplemente era cerrar los ojos inconscientemente, pero la verdad es que las luces de colores iluminaban lo que parecía el paraíso. Comenzaban a llegar más y más palabras y la locura iba creciendo. Ya no estaba solo. Podía verlo de todas las formas y colores posibles. Seguía persiguiendo esa posibilidad de dejar de olvidar para comenzar a aprender.

Todo era tan nuevo en su vida que no podía detenerse. Y acelerando es como empezó a aprender lo que de verdad significan las palabras: tenían la verdad y la mentira, pero sobre todo tenían la enseñanza de un nuevo significado para su vida.

sábado, 25 de octubre de 2014

El dolor del viento

Cuando algo es constante se escenifica en las variables que representa en cada paso que da. En algunos sitios no existe la constancia, se lleva más lo que no se espera. Desde la sonrisa, hasta llegar a la hora aburrida que pierdes en un sueño, o que ganas en la idea de viajar mañana a tu rincón preferido. Pero ni la constancia ni lo que no esperas gana a lo que de verdad importa,  y es que cuando tienes cerca el dolor sabes mejor que es lo que hay que ganar.

Las palabras se las lleva el viento, ese constante e inesperado zumbar de huellas que llegan y se van, como el que no quiere la cosa. No es que nada se haya ido aquí, no es que nada haya llegado, es que todo permanece. Así es como funciona el viento. No está, no se va, se queda llamando a tu ventana. Alterando tu mechón de pelo favorito. Te susurra al oído en los días más oscuros. Se sincera y deja caer lo que siente. Ni el dolor reflejado en gotas de lluvia, ni la felicidad en cada rayo de sol, o la melancolía cuando deja caer las hojas de los arboles, lo hacen huir. Él permanece, no le importa el dolor, no le importa quién lo reciba, siempre está.

Un reflejo de lo que permanece cada día debería de ser la sonrisa en la cara del dolor. En la cara del viento, la que siempre es constante. 

sábado, 11 de octubre de 2014

Al final del camino

Estaba sentado, demasiado, hasta para ser él. Esperaba que todo lo que había recorrido se quedase atrás. Como si lo ya andado no pudiese recorrerse otra vez. Ya había vivido todo aquello y no creía en resurrecciones. Había dejado de creer. Había dejado de tener esperanza en los espíritus libres. Había comenzado a desesperar hasta a las piedras. Éstas estaban unidas a él y no las quería soltar. El peso que llevaba era más grande de lo que nadie podía imaginar y atenazaba cualquier intención de grieta.   

No seguía ninguna intención en especial. Tan solo estaba con esa mirada perdida en una despedida que no había dejado escapar más que suspiros. Hasta comenzaba a ver una nueva vida que llamaba a una puerta con gotas de lluvia. Pero seguía sentado. Los pasos que quedaban en sus gastadas botas no salían. No había distancia que no supiese recorrer con esa mirada que dejaba pasar todas las esperanzas de resurgir una vida de caminos enterrados.

Casi había dejado de esperar sentado, en ese final, cuando llegó una despedida distinta. Aterrizó en su asiento una especie de lazo rojo que ataba de nuevo esas botas desabrochadas. No se había fijado hasta ese momento. Estaba demasiado perdido en esa oscura sensación. Desde entonces no dejaba de creer en la maldad, pero no se había dado cuenta de aquello. Esperaba hasta llegar el momento idóneo, pero no quería mirar dentro de la zona sin luz.     La había imaginado, pero no la había visto y estaba tan lejos... cuando alzó la vista y la tenía.
Arriba del todo, estaba el final del camino, con la luz que solo puede dar una sonrisa.


jueves, 2 de octubre de 2014

La lección de Abril

Como en las mejores películas suena una preciosa sonrisa en la habitación. No es más que una pequeña jovencita que ni si quiera habla. Pero dice mucho más que todos los demás. Representa todo de una forma clara y concisa. Muchos deberíamos aprender de la más sana juventud para hacernos entender. En un momento delicado, muchos callan. Otros mienten. Algunos huyen. Hay quien dice la verdad. Pero ella llora. Se destroza algo por dentro que le dice que eso está mal y lo expresa sin rodeos. Lección aprendida.

Pero hay algo mucho mejor que eso. Y son las cosas que le gustan. El gusanito de turno. Las caricias por su delicado y suave cuerpo. Las cosquillas. Su chupete. Que la mimen. Que la lleven a la calle. Cuando algo de ello le falta, ella pide más. No pregunta. No quiere el permiso de nadie. Quiere lo que le gusta y lo pide sin más. No da rodeos. Lección aprendida.

La sonrisa ilumina su rostro cuando tiene lo que quiere, lo disfruta y lo demuestra alegrando a todos los que la rodean. Es un tesoro en bruto. Más adelante, ese tesoro debería de pulirse y ser más grande aún, pero no. Con el tiempo dejará de pedir lo que le gusta para dar mil y un rodeos. Molestará cuando esté bien, por el simple hecho de no creérselo. Se sentará a esperar, y se le olvidará que cuando algo te gusta, debes de pedirlo.

Aprendemos de pequeños lo que desaprendimos de mayores.

lunes, 15 de septiembre de 2014

No debía

Cuando no debes hacer algo. Y comienzas por hacer ese algo. En ese instante te das cuenta de que la fuerza interna es muy poderosa. Tanto, que te engaña y te embauca entre lo que debes y lo que finalmente terminas por hacer.

Así es como comienzan las aventuras. Haciéndolas.  Te embarcas en un vuelo sin destino y comienzas una nueva vida. Y que al término de los días, no dejará de ser más que una anécdota. Otra aventura más para esos nietos que te escucharán, sí los móviles dejan de existir para entonces.

El caso  es que las aventuras están para disfrutarlas. Para comenzarlas con una sonrisa y terminarlas con unas lágrimas. Sí, porque las alegrías se multiplican al cambio con la tristeza. Pero en el más por más siempre te quedarán mil y un amigos.  

En ese entremundo de decisiones inacabadas se encuentra el deber. La necesidad de ser alguien. Tu propia marca corporativa. Esos valores que son los únicos que pueden luchar contra la fuerza que nos invita a deshacernos de cadenas y dejarnos vivir las anécdotas de juventud. En las que te equivocas, más que aciertas. Pero las únicas que se pueden vivir en el ahora, y no en el después.

Quizás no debía, pero mientras llegaba la hora de narrar historias las estaba viviendo. 

lunes, 8 de septiembre de 2014

No es el momento

Nunca lo es. Sí lo piensas bien, nunca lo es. ¿Por qué deberíamos esperar ese momento? Sí ya sabemos que nunca lo es, será mejor aprovechar lo que se presente. En el ahora, sin el momento de mañana.

Quizás ésta sea una de las mayores razones por las que perdemos siempre.

Siempre pensamos. El alcohol no lo hace. Es la llave a puertas de todo tipo. Pero el noventa por cierto de ellas están cerradas en el día a día. Ocultas ante la salvedad de una claridad que nos ofrece la protección necesaria para tirar la llave al río.

Repito una y otra vez esos “siempres”, esos “momentos”, pero nunca es lo mismo. La forma de abrir el alma está en repetir que siempre será lo mismo para buscar su opuesto. Para buscarte a ti.

Esto debería de comenzar con música, suave, como la caricia que te espera. Sin embargo, empieza con silencio. Con el silencio de una mente resacosa, que solo ve el zumbido del viento. Del viento que deja un pensamiento que pasa demasiado rápido. O, ¿quizás era un recuerdo?

La cosa es que comience. Sin momentos.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Las tenía guardadas

Siempre relucía ese preciso y precioso brillo en el mismo momento. Sus ojos volaban a otro lugar, no veían lo que miraban, sin embargo veían lo que querían vivir.

Y así, sentada en aquel parque, mientras recibía las caricias de una suave brisa, admiraba un estanque en el que las pequeñas burbujas eran el síntoma de la vida. En el que los pequeños gorjeos penetraban en sus oídos a la vez que se cortaban entre el picoteo de una pequeña hogaza de pan. Los silbidos, también estaban presentes, aunque no siempre para el mejor amigo del hombre. Y así es como ella desapareció.

De pronto estaba en otro lugar. La oscuridad se adueñaba de su atrofiada capacidad de visión. Estaba en aquella maldita habitación. Llevaba tiempo sin volver. Pero volvió a caer. Estaba delante de él, cuando esa voz, aquella maldita voz que solo ella podía escuchar, la llamó. No sonó ningún nombre, no era preciso, estaban ella y él. Él y ella. Y entonces volvió a desaparecer, pero no por completo, se perdió la parte que él se llevó durante dos eternos minutos. La dejó sin aliento, la dejó sin identidad.

Volvió a abrir los ojos y se encontró desnuda. Estaba en la cama, su cuerpo no respondía, parecía destrozada, pero su mirada y su sonrisa, no engañaban a nadie. Podría haber gritado: ¡felicidad! En ese mismo instante, pero tampoco tenía esa capacidad que le permitía hablar por los codos. Solo le quedaba vivir en ese instante.

Y sin ver nada más, lo supo, las tenía guardadas. Aquellas malditas ganas de volver a sentir de verdad. Las ganas de quedarse sin aliento y escuchar su nombre como solo él sabía pronunciarlo. 

jueves, 28 de agosto de 2014

Intro. No sé porque, pero todo tiene que tener un título. Un nombre. Pero, ¿cuándo sabes cuál es el ideal? ¿Cuándo sabes cuál es el momento? ¿Es cuestión de mirar? ¿Es cuestión de sentir? Yo aún no sé cómo se llama esto, y he dejado el hueco en blanco. Quizás ya tenga escrito a sangre y fuego el nombre, o quizás nunca vea la melodía perfecta para ello…

Hace un tiempo creía en los nombres. Antes de acabar, o antes de empezar. Pero creía en el nombre. Creía en la fortaleza de tener como hacer llegar lo que tenías, con tan solo unas sílabas.

He puesto muchos nombres en estos años. Y siempre he tenido poder sobre ellos. Esa placentera sensación de poderío. Viejo, Atila, Malinoi, Amor, Roto… nombres poderosos. Con huellas. Con recuerdos. Que se escapan. Que te inundan cuando menos te lo esperas. Algunos hasta permanecen. Pero no nos engañemos, el poder, también lo tienen ellos.

Por eso dejé de creer en los nombres, y comencé a creer en la fortaleza de no saber cómo llamar a la felicidad. Aprendí a vivir sin mirar la agenda en busca de una llamada. En busca de una nueva experiencia con su nombre propio.

Y así es como la vida pasa, sin un título al que acudir en un mal momento, porque nunca se acabó, ni perdió. Porque el nombre vuela y busca su momento. Y es por eso que ya nada volverá a tener el sabor de una dulce canción, porque ya no se deja ver; se deja vivir. 

viernes, 22 de agosto de 2014

Un paso atrás

Los polos nos indican en qué lugar nos situamos, norte o sur. Pero también el bando en el que nos podemos identificar, ¿positivo? O ¿negativo? Con los pasos atrás podemos hablar de lo mismo. Quizás ese paso atrás nos lleve a un lugar u otro, pero sabremos dónde estamos. Es curioso que solo nos acordemos de los cangrejos en estos momentos. Aunque también nos acordamos del porque de ese paso atrás. Pero, ¿por qué buscar culpables? La cuestión está en la sabiduría que ello conlleva. No quedarse en ese paso. Coger impulso. Valorar la situación. Qué tenemos. Seguir, como siempre.

El arcoíris bajo la lluvia. El agua fría, al entrar en ella. El fuego, sin quemarnos. La chuleta, antes de pillarnos. Mi cabeza, cuando no piensa. Un te quiero, en el momento adecuado. El resbalón, sin su caída. El error y su corrección. Las tres, la hora perfecta. El voleteo y su mariposa. La calabaza y su princesa. La hoja al viento. La sangre, en vena. El libro, sin páginas. El bueno y el malo. Lo positivo y lo negativo. ¿Quién decide qué es cada cosa? Pues tú. Tienes un pie por delante del otro. No dejes que paren. Qué continúen en la dirección que decidas. Adelante…

…atrás. 

lunes, 18 de agosto de 2014

Dame tres palabras

Aquella lección no la iba a olvidar nunca. Había pasado muchos años sin darse la oportunidad de comenzar a escribir su propia historia. Años, en los que se había dedicado a recopilar las historias de los demás. Como cuenta cuentos se había convertido en uno de los mejores, pero no dejaba de perder su propia capacidad de escribir la historia de su vida. Sin darse cuenta, dejó de tener nada que escribir. Tan solo vivía en el mundo de lo que leía. Tenía miles de amigos, pero ninguno le respondía. Su buzón, siempre vacio.

Seguía a la espera de aquel sueño. En el que se permitiría el lujo de ser él el personaje principal. De dejar que fuese otro el que narrase y reviviese las historias que él, estaba cocinando a fuego lento. Pero se le pasó el arroz, y ya no sabía cómo comenzar a dar forma a aquella bola de papel que había dejado en la papelera años antes de comenzar a vivir con Rufus, Antino, Peca, Luzma, y compañía.

 Pero allá arriba, en la parte más azul del cielo, comenzó a ver lo que necesitaba. Entre nube y nube, junto al deslumbrante sol, llegó la mejor de las ideas. Como una manzana caída del cielo, empezó a devorarla y se sentó al fin a una mesa. Estaba dispuesto a comenzar, lo único necesario, en muchas ocasiones, para conseguir y hacer realidad los sueños.

Escribió y escribió durante semanas. Entre litros de tinta bien extendidos sobre las blancas páginas no solo se encontraba él, estaban todos los amigos de los que había oído hablar de su propia voz. No solo se creyó la historia de los libros que algún día había leído, además les añadió la suya propia, la estaba viviendo. Era su vida, era la mentira que ganó. 

viernes, 15 de agosto de 2014

Mira como caen

Se puede escuchar como caen, y para ello le puedes poner diferentes sonidos. Suelen ser parecidas, pero aunque parezca mentira, son iguales. Están saladas. A veces, se contagian. Otras veces, te ríes de ellas, perplejo al ver y sentir como salen, gracias a una sorpresa, aunque no siempre son buenas. El dolor también habla con ellas para sacarlas a la luz, y entonces  caen.

Suelen ser detestadas. Te empequeñecen. Te muestran que tú también, sin saberlo, pides. Como cuando eras un bebe, y pedías a gritos que te cambiaran el pañal, que querías comer, o que el gilipollas de turno te estaba haciendo demasiadas perrerías. O tan solo, mostrabas a los demás que ese, o esa, no eran a quién tu conocías.

Sirven, queramos o no. Nos gusten o no, sirven. Te desatan de los problemas, te ayudan a afrontar e incluso te hacen estar como un niño, muy necesario en ciertos momentos. Y además, te muestran a ti mismo, como en un espejo, en el que ves el lado que te han dejado, ya sea malo o bueno. Y aprendes de ese lado negativo, para eliminarlo y volver al lado positivo de las cosas.

No soy partidario de ellas, pero cuando la verdad está ahí, no vale de nada ocultarla. Y esa es la verdadera ley que te permite mirar al frente y alzar la cara llena de lágrimas, porque mirar como caen, te hace más fuerte. 

jueves, 7 de agosto de 2014

La felicidad intranquilizadora

Y la poseyó. Así comenzó su andadura por las interminables llanuras de la felicidad. Ni siquiera sabía que todo aquello existía, pero ya lo estaba disfrutando. Creía que era suyo. Lo veía, lo tocaba, lo poseía. Se lo creyó.

Como un volcán en erupción, la lava caía por todas las partes de su campo de acción. Arrasaba con toda la tierra, hierba, árbol y ser vivo que se encontraba a su paso. Pero el tiempo pasó y todo se regeneró. Volvió, porque todo se transforma. La vida había crecido de nuevo en su ser. Estaba tan cercana y era tan suya, que tenía un nombre especial en cada rincón. Una acción, una experiencia.

Todo era nuevo, tan nuevo que se perdía entre los nuevos callejones. Entre las nuevas borracheras. Entre las nuevas cervezas. Donde antes había un semáforo, ahora había una rotonda. Donde antes había una casa, ahora había un bloque de pisos. Donde antes había un desierto, ahora había una pradera verde azotada por la suave brisa.

Y en esas, llegó. La caricia eterna. La brisa nocturna. La risa interminable. La contagiosa. El beso inaccesible. El sopor de la verdad. La mirada que encontró, y se lo creyó. La veía tan de cerca, que no se perdió. Esos ojos hablaban por sí solos y la mostraban a ella,  era la felicidad intranquilizadora. 

viernes, 1 de agosto de 2014

No eres tú, es mi soledad

Quizás nos equivocamos. Nunca estaremos totalmente seguros de nuestras decisiones. Siempre estamos pensando en lo que nos traslada cada una de nuestras respuestas, cada una de nuestras acciones, cada una de nuestras miradas hacía lo que queremos, a lo que de verdad somos.

Pero lo que de verdad no te hace equivocarte es la soledad. Siempre hay tiempo de dar oportunidades, pero nunca es buen momento para mentir al lado oscuro que te pertenece, el que te dice que no estás bien, pero que es mejor que estar solo. El miedo, ese lado tan temido y que tanto nos atenaza, y nos deja sin capacidad de respuesta. Nos amarga. Nos cierra puertas. Siempre impidiéndote crecer por ti mismo. Sin conocer la vida como nos gustaría.

Porque tener un ancla al lado, solo te permite conocer lo que hay en el puerto, o en alta mar. Ver a los mismos marineros, o los mismos tiburones que te dan una única visión de la vida. De padre, abuelo, bisabuelo, al nieto.

Si cierras los ojos y lo único que ves es miedo, tu ilusión, y tú estáis muertos. Y sí, el miedo no solo se disfraza de futuro, también lo hace de pasado. Cuidado con lo que veis al cerrar los ojos.

Y es que la capacidad de crecer no está en el otro lado de nuestro miedo a la soledad. Está en la capacidad de acelerar sin atropellar a nadie. Está en la capacidad de abrir las ventanas a otros mundos. ¿Dónde quedó la capacidad de preguntar y que te responda tu propio eco?

Que la mano estreche el aire que respiras, y que se aleje lleno de la felicidad que produce conocerte a ti mismo antes de que el miedo o la ilusión puedan contigo. Ser tú mismo y disfrutar la vida. 

martes, 29 de julio de 2014

La cabeza rapada

Se acaba de rajar. Cual ilusión. Cual corcho que se desprende del árbol madre. Cual manera de vivir de espaldas a tus ideales. Era ella, era la esperanza de seguir.

No vio el stop de la vida y chocó de bruces contra una amargada desesperanza. Ésta, enfadada y dolida por el duro golpe consiguió hacer desaparecer toda gana de seguir con la idea del día anterior. Acababa de perder. Como el que se escuda en la noche.

Mientras, las idas y venidas de un corazón palpitante se debatían entre el desenfreno y la cuerda que ata dos puntas para quedarse sin camino, y comenzar una ruta alternativa. Se preguntaba por su visión. Por su audición. Por su tacto. Por su gusto. Y por su olfato, y no había tenido nada tan claro nunca. Ni si quiera cuando le raparon la cabeza se le veían las ideas tan transparentes…

lunes, 21 de julio de 2014

A los niños malos: carbón

Estaba caliente. Acababa de tomarse un chupito que le daba el calor suficiente. Ese calor que te deja celebrar la mejor de las noticias.

Y allí seguía todo igual. Era: el mundo de las buenas noticias. En el que nadie, ni nada, dejaba de sonreír. Todo era tan bello que hasta las flores se negaban a marchitarse. Pero, no todo es siempre perfecto. Las tormentas suelen arrasar con sus distintas armas. Tormentas naturales. Porque la naturaleza no es regular. No quiere siempre las mismas cosas. Cambia de parecer y decide derrotar o dar oportunidades a diferentes opciones de vida.

Así es como acabaron las buenas noticias y llegaron las noticias que comenzaban lanzando de sus ojos los mayores torrentes que nadie había visto en décadas por su cabeza. Estaba mal. Todo se estaba transformando. La gente corría aterrada entre los rayos que fulminaban a los que no querían huir de sus lugares seguros. Estaban en medio, no podían desaparecer, pero lo hicieron.

Y la calma llegó. Y acabó por dejar, una vez más, que todo se regenerase. Como en todos los milenios. Las formas se moldean con el paso del tiempo. Era lo único necesario para comenzar una nueva vista, en un mundo, en el que las noticias, entraban y salían. Ya no había preocupación por las noticias buenas, y las malas, no provocaban más lágrimas que gotas de sudor.

Se había trabajado duro en esa mina de carbón: oscura, fría y solitaria. Y los frutos no daban ni calor, ni compañía. Pero estaba caliente, acababa de tomarse un chupito que le daba el calor suficiente.

miércoles, 16 de julio de 2014

Maldito final

No estaba en su sitio. Nada lo estaba. Miraba a su alrededor y todo había quedado alterado. Y es que todo había comenzado. No quería darse cuenta, porque lo que tenía era tan distinto, como el comienzo pasado.

No estaba seguro. Estaba perdido en un mundo al que tanto se había acostumbrado, no ahora, no nunca, sí siempre.

Y estaba ahí. Como siempre. Era un final. Una decisión. Una promesa. Dejarse caer…

La fuerza de lo alterado siempre se mostraba en cada mirada en rededor. En cada segundo que no quería pensar. En cada momento en el que los ojos se cerraban y veía lo que guarda bajo llave. Miedo. El miedo se había apoderado. Las ganas de no sentir más se habían adueñado de algo que siempre vuelve. Y sí, había vuelto.

Ya lo tenía dominado, y se acercaba el final. Justo entonces se dio cuenta de que nunca se está maldito ante lo escrito. Pero era demasiado tarde, y esperó. Esperó tanto, que todo se desmoronó. Pero la caída no era suya, era interior. Y sí, una sonrisa y una pequeña congoja, habían acabado con los siglos de construcción. Había comenzado el principio de algo que nunca había acabado, porque ese día aprendió lo que más importa: las ganas de que nunca acabe. 

domingo, 13 de julio de 2014

Un mundo sin historias

 Esta historia está fundamentada en el principio. Está basada en ese final que nunca acaba. Se crea una relación con esos segundos finales, y su buscador. 

El aire arrasaba con todo momento inoportuno y ella se encargaba de llevarse el resto de momentos. Ya no quedaba nada que ver, puesto que la oscuridad acechaba en cada esquina, en cada mota de polvo que ocultaba la verdadera belleza de las cosas. Pero es algo que suele pasar, las cosas se ensucian, se echan a perder. La calidad baja. Nada vuelve a ser lo mismo. El pasado mejor vivido. El escondite mejor buscado. La putada mejor hecha. El secuestro mejor pensado. El asesinato nunca creído. La copa que más disfrutaste. El recuerdo mejor olvidado. 

martes, 8 de julio de 2014

Ridículo

No sabía ni escribirlo. Así es como comenzó esta historia.

Hacía mucho calor cuando todo comenzó. Ella estaba sentada delante de él. El silencio, a brazo y medio entre ellos, era el tercero en discordia. Ni siquiera el chasquido de la lengua de uno de ellos era capaz de escaparse a los labios del otro. La tensión aumentaba por momentos y lo único que surgía eran minúsculas gotitas de sudor. De nervios. De más nervios e inquietud.

Y sonó. La canción más tonta del mundo comenzó a sonar y los unió. Ambos, como si se salieran de ellos mismos, comenzaron a cantar la canción más horrenda del mundo. Pero tejieron las sonrisas más maravillosas que podían existir en ese momento exacto. Unas sonrisas que pasaron a mirarse en el interior, cuando ambos se unieron. La música era ya la banda sonora que te introducía a una nueva historia. Al inicio de algo. Al final de otro algo.

Se trataba de sugerir. De surgir. De buscar. De escuchar. O de amar. No lo sabían, pero lo que la música consiguió estaba escrito.  Te acerca a la realidad que quieres vivir. A todo lo que pensaste y nunca pudiste escribir. A todo los recuerdos que ya habías olvidado. A las personas que más quieres, y a las que menos. A los que no están. A los que llegarán. Pero sobre todo te hace volar. Y es que, desde que nos acostumbramos a acallar el silencio con nuestras canciones favoritas, suena ridículo eso de hablar con silencios. 

lunes, 23 de junio de 2014

La mirada apagada

La luz estaba apagada, como su mirada. No sabía si era un demonio o un angelito lo que le pasaba por la cabeza. Las idas y venidas de ideas descabelladas siempre eran su fuerte. Pero algo había cambiado: esa mirada.

Parecía que llevaba montado en la noria más grande del mundo toda la vida, y es que terminaba avistando, desde las alturas, los mismos lugares, igual de lejos. Pero el tiempo pasaba, y algo había cambiado: estaba apagada.

Sin cobertura y sin el tacto suficiente de las situaciones delicadas, algo explotó. No era más que un caballo desbocado hacía lo que siempre había ansiado; libertad. Era el ave fénix que resurgía de sus cenizas. Era la esperanza disfrazada de fantasma. Era la nostalgia violeta. Era él. Ese niño que un día dejó a medias un bocadillo de nocilla y que ahora desayunaba churros.

Y con los ojos cerrados, sin la luz suficiente para decidir, decidió.

Los pétalos de la flor más hermosa del mundo descansaban en el suelo. Jamás se levantarían de ahí. Estaban en su sitio. El viento decidió cual era. Y él, ese famoso engreído que luchaba contra sí, y a favor del viento, encontró el suyo. Agachó la mirada y decidió acoger en su ser cada uno de esos pétalos que la vida le ofrecía, y sonrió, tanto, que su mirada se apagó. 

viernes, 20 de junio de 2014

El curioso caso del revoloteo

El revoloteo se hacía notar en el interior. Rozaba con sus forzadas alas en todos los lados. Se erizaban todas las partes de su cuarto. Pero ni las murallas, ni la piel de erizo hacían daño al suave revoloteo. Volaba por encima de todas las cosas, lo veía venir. Y llegaba más lejos que nadie. Podía atravesar puertas, ventanas, pero estaba especializado en muros. Es un arte difícil de encontrar e imposible de practicar. Es una maldita debilidad que se escurre entre los peores pesares. Entre las cloacas de los sentimientos. Entra sin ser vista, deslizándose en la noche, entre las sombras de una vida que se acaba.

Mientras, en el otro lado del mundo. O en el otro lado de la habitación. O quizás en ninguna parte. Ese mismo revoloteo ha reaccionado en cadena, y ya huele las consecuencias. Recorre desde las alturas, sin mojarse en las aguas del deseo, toda la cuenca del río quiero y no puedo. Se estampa contra las paredes de una habitación encadenada. Atraviesa los sentimientos de por vida y siempre quedará el recuerdo grabado en los arañazos de unas alas que se aferran a la libertad de elegir.

Y ya van doscientas palabras, y otros tantos revoloteos, entre palabras y palabras, pero ninguno será más positivo que el que se produce entre la mirada encontradiza de dos personas que nunca creyeron en el destino de volar juntos. 

viernes, 13 de junio de 2014

Ocultarse

¿Hasta qué punto estamos dispuestos a dejarnos ver? Si nosotros mismos no sabemos quiénes somos, qué somos capaces de hacer, o hasta dónde nos podemos arrepentir de decisiones erróneas, ¿cómo saber lo que mostrar?

La naturalidad creo que es la mejor virtud que una persona puede tener. Mostrar lo que sale, sin falsas esperanzas de alguien que vive en ninguna parte. De una sonrisa que tan solo unos ojos incrédulos vieron fugazmente.

La vida suele pasar en esos rayos de luz que se dejan entre ver en una borrachera, ya sea de sinceridad o de litros de paraíso. En el sinsentido de alguien que se deja atrapar por la verdadera fiesta de cada noche. En la grabación de alguien que se muestra como no es. En el dulce sueño que esperaba el deseoso cansancio. En la vertiginosa persecución de la nueva chica favorita.

En el ojo del huracán, dónde ya nada importa, cuando lo has visto todo, ¿para qué ocultarse?

martes, 3 de junio de 2014

¿Qué esperas?

Una pequeña nota de amor rompía la piedra más hermosa del mundo. La espada salía del agujero que había causado esa sensación anterior, y que se derramaba entre grandes ríos de oscura viscosidad. El aire se impregnaba de las caricias entre dos jóvenes amantes. El arte del engañoso placer hacía volar, cual papelina, las horas de dos creyentes. Los besos se sucedían como cascadas de sabiduría. Todos podían contemplar con los ojos vendados la verdadera delicia de abrir y cerrar.

El momento no dejaba de ser el mismo. Ese que no acaba entre el bien y el mal. Ese que se queda estancado entre melodías en tus oídos de recién enamorada. La miel sobresalía entre todas las cosas. El dulce sabor a promesa. La falsa mentalidad del comienzo. Y todo rodó hacía un destino escrito.

Él, ella. La verdadera cara del amor llegó el día menos esperado. Tenía muchas, y todas se convirtieron en piedra. Chocaron entre ellas, no se rompieron, tan solo cambiaron de dirección y volvieron a chocar con otras piedras en el camino. La historia de nunca acabar. La historia del amor. 

domingo, 1 de junio de 2014

Ni un segundo más de la cuenta

Y me acostumbré a pasar sin huella. A llegar y seguir antes de que la confusión mostrase mi realidad. Ser el reflejo de un espejismo que tan solo ve el sediento. Como ese zumo que se exprime hasta caer la primera pipa que dará paso a un nuevo jugo.

Más allá de las montañas, de los valles y las estrellas, la imagen de quien no soy sobrevuela sin dejar caer un huevo que deje mancha en nadie. Porque nada crece dentro de ese nadie sin el reflejo que proyectan las mejores galas de alguien que no quiere quedarse.

La mentira de la llegada siempre es más impactante que la verdad duradera. Y es que en todo principio hay una gran falsedad. Siempre hay una causa y una consecuencia que no redundan en el conocimiento del otro, tan solo en la presentación de lo que se quiere mostrar. Y solo el tiempo muestra lo que se esconde debajo del sofá, la moqueta e incluso en el calcetín roto del tercer cajón de la mesita de noche.

Toca viajar por un mundo de presentaciones en los que no sobra ni un segundo más de la cuenta…

jueves, 29 de mayo de 2014

Comencemos

Lazo amigo el que te eleva hasta las tinieblas del mejor mundo desconocido. Como esa sensación de intranquilidad que te corroe por dentro; se lo cuento, no se lo cuento. Como ese pequeño nudo que no se deshizo por dos lacitos que quedaron encajados en el hueco de aquel poderoso árbol corazón.

Todo comienza en el sin fin de una nota de música. En el recorrido de la calle más larga del mundo. En el camino más estrecho de la madre tierra. En el anfiteatro desaparecido. En el espejo encontradizo.  Esa imagen que no se quiso ver en frente, si no al lado, junto a su mejor posturita. La idea que te atrae hasta el mensaje más oculto de tu ser.

Nada queda en la serie más vista, todos la conocen. Todo está en la historia que se cuenta en un susurro, en tu susurro. Es ella, es la mejor noticia del día, o quizás de tu vida. Tiene nombre y se llama amiga. Está, no necesitas nada más. Todo queda en esa inmensidad de la vida que te absorbe hasta no ver más allá de tus propias narices. Pero la bofetada amiga despierta al viajero teletransportado al pasado no vivido.

Como esos recuerdos olvidados en una charla que siempre te dirá: sonríe y comencemos.

** Esta entrada no hubiese sido posible sin Macarena Ortega Torres. Ella. 

lunes, 19 de mayo de 2014

El día más oscuro

El rayo de sol aclaraba la cara más bella que podía iluminar ese rincón tan necesitado. La necesidad inundaba las ganas de reprimir cualquier deseo. La vida se dejaba llevar por el aire más espantoso de todos. Las acciones se sucedían entre tempestades de ceguera. Nadie veía nada, tan solo, dejaban de actuar por el favor de la felicidad. Buscaban en lo más recóndito de su ser el arma negativa, esa que te da lo necesario para dejar de necesitar.

Con los ojos cerrados no le puso pie, ni cabeza a unas líneas que ensombrecían un día bastante deleznable. En contra. A favor. Vaya dualidad en la que todos nos encontramos y confundimos a la hora de querer. No va más allá de la capacidad de regalarnos una sombra que nos perseguirá el resto de nuestras vidas. Una decisión que permite que luches y pierdas, porque siempre se pierde, esa es la magia de seguir tu camino correcto (?).

Cerrar. Abrir. Buscar. Perderse. Dejar de seguir las huellas. El rastro que cada uno te iba marcando en la vida. Crear tu propio camino en los días más oscuros, entra dentro de los planes de todo aquel que tiene claro lo que quiere. Que tiene una melodía fija y ya la canta de memoria. Las notas se deslizan por su rostro, hasta el punto de que la sonrisa deja atrás el día más oscuro. 

domingo, 11 de mayo de 2014

Lo que queda

El agua estaba fría como solo podía estar en una mañana de invierno. El hielo brillaba por su ausencia, y la escarcha dejaba entrever que todavía quedaba algo de calor en ese dulce lugar montañoso.

Un rallo de sol iluminaba lo que podía ser una alcoba recién ordenada, pero también podría ser el cuarto de juegos para cualquier acaramelada pareja, en la soledad de la noche. No obstante, era de día y los juegos quedaban en la necesidad de la oscuridad. Las sombras desaparecieron con el primer nombramiento del día, y las voces y las risotadas dejaron paso a una celebración que no daba lugar a dudas, llegaba un nuevo miembro a la familia.

Necesario, así se llamaba ese nuevo inquilino en una familia huérfana que estaba sedienta de una nueva savia que diese lugar a nuevas aventuras. El milagro de la felicidad se escondía tras una novedosa cara desconocida. Una revelación que quedaba tras el principio de algo que no tenía porque acabar.

Las fiestas se sucedían y el alcohol caía como arroyos en el deshielo. Todo se sucedía tan rápido que nadie podía aguantar el ritmo de Necesario y las celebraciones ya estaban agotando a todo el vecindario. Los carteles de molestias  y de prohibición llenaban las calles y toda la familia decidió reprimir aquel comportamiento tan distinto de una comunidad en paz.

Necesario, quedó solo, sin familia, sin fiestas, sin alcohol, pero todo aquello no le importó, tenía lo más importante, tenía lo que queda tras el final…

miércoles, 7 de mayo de 2014

La sombra

Una sombra acechaba en las tinieblas. La vida pasaba entre rayos de luminosidad, pero ella se quedaba siempre en la penumbra, entre el pensamiento y la decisión. Entre la oportunidad y el último tren. Pero las sombras, con la luz del día cambian. Y tras 30 días de oscuridad, la luz penetró en lo más profundo de unas tinieblas que eran inevitables, pero también pasajeras.

La luz no es para siempre, tiene fecha de caducidad, pero también es constante y llega cuando menos te lo esperas. Te amenaza y recupera, hasta el punto de dejar de esconderte en las esquinas, tras los coches o la farola menos ambientada de la calle.

La sombra danzó y danzó. Retumbó en los oídos de los demás, e incluso se imaginó de pie, junto a la estatua de alguien importante. Ya no daba más de sí, hasta que se encontró. Miles de kilómetros, ríos, caminos, piedras en esos caminos, indecisiones y vueltas por las glorietas más largas del mundo. Se perdió a sí misma, se recuperó y volvió al inicio. Comenzó a recorrer una y otra vez el camino andado. Intentó volver a vivir los mismos momentos que ya había vivido. Las mismas personas. Los mismos lugares. Los mismos detalles. Pero entonces se dio cuenta de que no se había movido del sitio. Soñó con la luz. Soñó con salir de un lugar que no era el suyo. Pero no se movió. Estaba destinada al lugar de las sombras, allí había nacido y allí debía de permanecer. Pero no todo está escrito, y con tan solo mirar a los ojos del lugar oportuno, gracias a la claridad de una sonrisa esperanzadora, la gente cambió. Ya no era todo igual. Nada se parecía a lo que tenía en su vida anterior, nada se parecía a lo que había sido…

El color era algo que había olvidado. No se lo transmitía nadie, no era un sueño. Era la vida. Había vuelto a un mundo en el que dependía de sí misma para poder ver la luminosidad. Para poder viajar entre la oscuridad y esa luminosidad, por medio de un paso de peatones. De la mano, y sin pausa pero sin prisa, la vida llega desde las peores sombras.  

viernes, 2 de mayo de 2014

¿Qué es echar de menos?

Es egoísmo.

Da igual en quien pienses. Objeto. Animal. Cosa. Cabra. Siempre pensarás en un beneficio que tenías antes y que ahora no tienes; egoísmo.

Es triste, pero es la realidad. Nunca echas de menos por alguien. Echas de menos a alguien, por ti.

Pero no es malo para ese alguien, ni siquiera para ti. Muestras a quien necesitas, a quien amas o aprecias. Y a su vez engrandeces la figura de la persona que hay al otro lado de tu egoísmo más íntimo y sincero.

Así que, todo redunda en la misma pregunta y su respuesta:

-¿En quién pensamos normalmente?
-En nuestro yo.

Nuestro yo es el que echa de menos a un yo pasado que no estaba solo.

Maldito egoísmo. Maldito yo.

viernes, 11 de abril de 2014

Ahora vete

En la inmensidad de la oscuridad se encuentran los puntos que suelen dar luz a una vida. Una vida que se busca entre la parte trasera de un desenlace. Un desenlace que da permiso a que un nuevo camino se abra entre las cuatro patas de una mala costumbre. Una mala costumbre que se alza imponente en la creencia de hacer las cosas bien en todo momento. Todo momento en el que erras por darte una oportunidad con los ojos vendados de amor. Amor, ese increíble destino que creemos buscar en cada momento, y que nos engatusa cada vez que él se quiere dejar ver en unos brillantes ojos. Unos brillantes ojos que no ven más allá de la cercanía de cada obstáculo que te oprime el pecho a la hora de querer salir a la calle. La calle está llena de flores en primavera, de agua en otoño, de frío en invierno y de sol en verano, pero nunca faltan las oportunidades en cada sonrisa. Cada sonrisa es un mundo lleno de esperanza de felicidad. Felicidad, curioso destino para todo ser que no tiene otra cosa en la que pensar. Pensar, ese mal que tanto dolor nos propina y nos hace equivocarnos y escuchar lo que queremos ver. Ver cada vez menos por la falta de luces en una oscuridad que cada vez va intensificando la velocidad de la muerte. Muerte, el único destino que te auguro que no podrás cambiar. Cambiar, esa falsedad a la que llegas. Llegas aquí, ahora vete.

viernes, 4 de abril de 2014

Una cosa más

El silencio inundaba esa ráfaga de aire tan particular como es la ártica. Una mirada atendía lentamente a los veloces cruces de una mosca que iba desde el centro de la habitación hasta el final de un pasillo sin derecha. Un mosquito se despreocupaba de la luz del día en lo alto de una lámpara sin vida. Una cabezada en clase entretenía a todos con sus sonrisas picaras. Más de una foto inmortalizaba estos momentos y otros muchos que quedan en una memoria digital.

El sol iluminaba mil y una caríes. El césped se marchitaba en la delgada línea, entre la pillería y el descanso de rigor. La serpiente de la tristeza reptaba entre la soledad de una clase poco agraciada e histórica. El busto de un gran tipo adornaba las más leales horas a las que no debía acudir ni el ser más consagrado con su tiempo. Releer mil y una historias en el aire primaveral. La lluvia dejó de caer entre los mejores camarotes situados del lugar.

Una mirada gatuna vigilaba al pequeño saltamontes que creía aprender a vivir. La cola de Boby perdía pelos en cada giro de 360º. El canto de un jilguero colorín alegraba la mejor tarde de marzo. En sus jaulas los chicos perseguían a las chicas. En los libros, todos se perseguían entre todos.

Un tuit, y otro, y otro más…

Una cosa más, antes de perder el tiempo, por favor.

domingo, 30 de marzo de 2014

Toc, Toc

¿Quién eres?

Si puedes contestar esta pregunta tienes ganado el paraíso interior. No lo dudes y no busques fuera de nada, porque todo aquello que se sale del tiesto terminará por dejarte en blanco. Intranscendental. Una mirada interior ve más que mil palabras y otros cientos de sueños que se escapan en el bote salvavidas en plena noche, en pleno ataque del mayor iceberg que nunca hayas podido imaginar en esa frialdad de una vida que te lleva al mismo destino, tarde o temprano.

El interior de uno mismo es tan inmenso que a menudo te pierdes, te atas o incluso te crees lo que no tienes, y no se trata de cambiar lo que no tienes. No se trata de dejar de ser. Se trata de estar en ti. Solo en ese instante en el que seas capaz de construirte a ti mismo a base de yo, yo y yo, serás tan feliz y tan consciente de lo que eres que todo lo demás no importará, más que para dejar atrás.

El reino se va formando, y se van alzando castillos y más murallas por todo tu ser, se hace fuerte en cada mirada interior, y nada quedará fuera, más que todo aquello que no tenga que ver contigo, con tu futuro y con la persona que debe de reinar y conducir hasta la muerte. Es tu destino. Ahora crea el tuyo. 

domingo, 23 de marzo de 2014

El dolor inspirador

Todo amanece y renace con el mismo semblante de preocupación. El futuro es tan incierto que ni los más mentirosos del lugar se arriesgan a una predicción más. Ese pequeño rayo de sol que debe de agravar la calidez de la tierra recién arada se convierte en verdaderos regueros de lágrimas. No llega. Más bien, se fue, lo perdiste. No es algo nuevo, pero si es algo inédito. Nada llega tan rápido como el fin. La pena inunda cada rincón de esperanza y por mucho que se busque, solo queda él.

Ni una palabra más alta que la otra, ni una. La salida en la puerta de emergencias. Todo se quedó por preparar antes del incendio. Una llamas que tan solo dejan algo tan precario como son las quemaduras de una relación desperdicia por la codicia. No es más que la vida que fue, no es más que lo que se quedó, ese personaje tan odiado, y a la vez tan inculcado en la vida de todo amante: dolor.

El aspersor comenzó a funcionar hace mucho tiempo. Los campos de melancolía están bien sembrados y esos recuerdos perdidos comienzan a renacer. Es el principio después de la vida. Un nuevo inicio lleno de verdaderas descostumbres. Lleno de todo lo que olvidaste. Lleno del cante amenazante del viento inspirador.

FDO: el dolor inspirador.

sábado, 15 de marzo de 2014

La fuerza de la misma melodía no es suficiente

¿Has leído el título?

Confío en que sí. Pues no es suficiente, no lo es. Aunque creo que la melodía de siempre sí es la mejor para representar eso. Lo mejor llega en su contexto, rodeado de lo máximo. Rodeado de las mejores costumbres para plasmarlo, aunque son necesarios nuevos aires de melodías que nunca escuchaste para dar vida a ese nuevo hilo musical.

Salir de los mismos círculos. Reciclarse. Nacer en el por venir. Recrearse en las descostumbres.  Mirar el lado oscuro. Refugiarse en las sonrisas. Llorar en las bienvenidas. Saludar a las despedidas. Mirar a la luz cegadora. Interpretar las caricias que te da la vida en el cara a cara. Buscar en el mercadillo de bienes preciados. Encontrar y escribir.

Ya tienes esa preciada y anhelada experiencia. Ahora vuelve a los demonios que te dejan caer en la cuenta de lo que de verdad eres. Deja de llorar y  dale vida a una noche cualquiera, pero utiliza la melodía de siempre.

Es suficiente con la vida que no has elegido y los recuerdos que te dan la misma melodía de cada noche cualquiera. 

sábado, 8 de marzo de 2014

El lugar

Un día cualquiera de verano. El agua se escurría entre sus manos. Más de uno confundía el sudor con la verdadera lluvia de la vida. Era algo habitual entre la gente extraña del lugar, pero los habitantes sabían perfectamente diferenciar ambas sustancias. Esa sabiduría que recorría al pueblo llenaba de magia un recoveco de la geografía perdida en un mapa polvoriento.  Esa magnitud de conciencia, de saber buscar, antes de saber ver, es lo que llenaba de felicidad un momento que duraba toda una vida.


La melodía recorría todas las casas, puerta por puerta, calle por calle. Los extraños se dejaban llevar por la felicidad que fluía en cada instante. En cada minuto que aquel misterioso lugar dejaba de mirar al futuro. Era el punto y seguido de cada final. Era la magia de continuar. Era el mejor comienzo de algo que inunda tu presente. Era la esperanza que infunde una sonrisa que nunca has imaginado. Era el parecer ser, lo que un día llegaste a desear. Era el momento de llegar a ver, para comenzar a estar. La melodía llega hasta nuestros días y nos induce a continuar, siempre a continuar. 

viernes, 28 de febrero de 2014

Decisión

Podría tomar como sinónimo de vida la palabra: “decisión”. La vida son decisiones. Las tomamos a todas horas, a la vez que la consumimos a ella. Como en todo tenemos una carta con las diferentes decisiones que nos podemos encontrar. Y es que hay decisiones  que te cambian la vida, las hay insignificantes, otras que te hacen vivir, otras morir y las que más me gustan te hacen vivir como tú quieres. Siempre he pensado de esa forma, quizás sea algo radical, pero siempre he pensado que para vivir, hay que hacerlo de la forma que uno quiera. La otra opción es todo lo contrario a vida.

Una vida, varias opciones, pocas decisiones. 

sábado, 22 de febrero de 2014

Cada uno se busca donde sabe que se encontrará

Es muy fácil perderse, pero uno se pierde porque quiere. El camino recto no suele moverse. Siempre está en el mismo lugar. Fiel a sus principios. Con las oportunidades de siempre. Desemboca en las amistades de siempre. En las personas que siempre te apoyan. En la familia. En el futuro. En la tarde de compras. En el paseo por el centro. En el momento correntón.  En la cerveza del río. En las Caipis, perdón, es el camino recto. En tu vida profesional. En la formación. En la profesión. En el momento de tu mayor felicidad. En el sí quiero. En el llanto primerizo. En el primer paso. En la primera palabra. En la primera tarea. En el primer encontronazo. En la primera vuelta de tuerca. En el segundo llanto primerizo. En el volver a comenzar. En los amigos. En los reencuentros. En el trabajo que ya no querías. En el momento en el que no pensabas. En el amor. En las broncas por el juguete. En la primera pérdida gorda. En la esperanza. En la alegría. En el parque cada tarde. En la espera de la cola del médico. En el agobio de una vida. En el tercer llanto primerizo. En la primera hija adoptiva que llega. En los nuevos instantes pasados. En la verdadera felicidad, esa que llega en el peor momento, con la mejor de tus miradas. Ese es el camino recto, el que siempre te lleva.



Cada uno se busca donde sabe que se encontrará. 

jueves, 20 de febrero de 2014

El bus y esa mirada al pasado

Siempre vas dejando pasar los recuerdos. No sirve de nada retenerlos.

Cuando quiero pensar me miro en ese momento en el que voy sentado en el bus. Hacía atrás, como los cangrejos, al contrario que la vida, y en el sentido que le quiero dar a unos recuerdos que se van a quedar dónde a mí me gustan.

Se va escurriendo ese tiempo del recuerdo en un frenazo que te devuelve a la realidad. Que te permite levantar la vista a lo que de verdad está ocurriendo, a lo que de verdad te está transformando en lo que eres, pero sobre todo, a lo que de verdad te ha llevado ahí. “No sirve de nada”, piensas, y la realidad es que no. La realidad es la que te rodea, no la que te rodeó. La realidad está en ese mensaje que te llega y dejas pasar. La realidad está en ese semáforo en verde que se te escapa por ir con la mirada fija en una pantalla que no te deja ver el sol. La realidad es ese instante en el que te preguntan cómo estás y tú pierdes evadido en pensamientos y conversaciones digitales. La realidad está en esas caminatas entre una multitud que nunca te conocerá. La realidad no se aleja de lo que puedas vivir día a día. La realidad te vuelve a rodear. Dale la oportunidad de achucharla y de reflejarte en ella mientras vas de espaldas a la vida en el bus. 

viernes, 14 de febrero de 2014

El dolor y la pulsera blanca

Como una bandera que remarca lo que nunca debiste hacer, y por supuesto lo que nunca vas  a repetir. No deja de ser la simbología que debe de dominar nuestras vidas. Lo difuso de los hechos se pierde en el tiempo, hasta el dolor. Pero los símbolos siguen siempre con nosotros. Son como una piedra de choque que nos muestran el camino; ante nuestra debilidad.

El blanco impoluto no me define, pero sí me demuestra lo que de verdad se puede ser. La viva imagen de eso por lo que luchas, de eso que defiendes, y sobre todo, el sueño de futuro. El sueño de toda una vida.

La vida de un niño que remarca en un árbol un corazón por el que se siente más ilusionado que nunca, por el que pierde hasta las tardes de juegos con su mejor amigo. Por el que pierde la merienda de ese bocata de nocilla que con tanto esmero le prepara su madre, y que tanto le gusta. No le importa perder, es un niño y los niños se dejan llevar por lo que más aman, por lo que se ilusionan y lo muestran en cada mirada, en cada lágrima.

Es la hora de ser un niño infeliz. 

jueves, 6 de febrero de 2014

La primera que vuelve

Un fuerte dolor sin retroceso comenzó esto. El final del final. El principio queda tan lejano que no recuerdo ni como era esa simple brisa que dejaba pasar nuestras sonrisas. La triste melodía que dejan unos cristales al caer arruina el resto de la noche. La primera que vuelve. No hay copias, no hay sinsabores, hay una verdadera salida al no saber. Una verdadera estafa a lo que hemos decidido perder. Quedan muchas baldosas que descubrir, saltar de tu color favorito al de otra persona.  Una gama de llamadas al más allá de la luz. Unas caricias al sol. Un nuevo sinsentido. Sin buscar la noche se cierne sobre la  verdadera oscuridad. La complicidad dentro de la lucha entre la esperanza y la pérdida. Ya solo queda ese 'tick' que marca la casilla de desahuciados. 

lunes, 20 de enero de 2014

Hubo un tiempo

Hubo un tiempo en el que aprovechábamos todo, en el que aprovechábamos cualquier cosa, en el que sabíamos saborear, en el que sabíamos vivir. Un tiempo en el que no nos importaba esperar; los segundos no se sobrevaloraban. No hacía falta vivir mucho, escribir  o hablar mucho, tan solo hacía falta saber qué es lo que querías y decirlo sin rodeos. No hacía falta correr, solo hacerlo bien. Hubo un tiempo en el que se valoraba lo que tenías delante de ti y no una  realidad virtual, que nunca alcanzaremos. Hubo un tiempo en el que las miradas existían. Hubo un tiempo en el que nos iluminaba la luz del sol y no la sombra de las cloacas. Hubo un tiempo en el que nos daba miedo la oscuridad, ahora nuestro mayor amigo es el descontrol de la noche. Hubo un tiempo en el que  la sombra de nuestro pasado no era más que recuerdos encajados en una memoria frágil.  Hubo un tiempo en el que nos dejábamos llevar por nosotros mismos. Nadie nos controlaba. Nadie nos perseguía. Nadie nos pedía a cambio un lugar al que poder huir. Hubo un tiempo en el que hablar de paz era pura monotonía, y hablar de la muerte era tabú. Hubo un tiempo en el que queríamos sin ver, en el que escribíamos viendo. Un tiempo en el que poder escribir sobre papel, con tinta de verdad, lo que uno saboreaba, admiraba y por supuesto quería, era posible. Ahora solo vemos, escribimos y pedimos sobre una mentira con mentiras. Nos hemos convertido en la única verdad escrita con mentiras.

domingo, 19 de enero de 2014

Lo que significa no perder el tiempo

La fascinación suele llegar como la premisa a comenzar algo. La boca abierta y una explicación en el aire. Sin más miramientos, ya solo buscas ese ejemplo a seguir. Pasa a ser un deseo irrefrenable que se resiste a tus propias tentaciones e incluso limitaciones. No llega el momento de estar cerca de ese ejemplo, de sentirte reflejado en la misma orilla cristalina de la que nació aquella maravilla.

Pararse a pensar suena demasiado bien. Sin embargo, la explicación no deja de refrenar los aires de superación y de fascinación que deja en el ambiente. No deja de ser un motivo de algo que sigue alucinando a conocidos y extraños. De nuevo, el camino queda impregnado por lo que significa no perder el tiempo.

Y esto no es más que una recomendación.

viernes, 17 de enero de 2014

Vuelve a ser la hora

Poder levantar la vista para comenzar una nueva caída en el olvido. Esa mirada que se pierde entre el paso incesante de la vida a tu lado. Un suspiro que te remata en el último instante de la caminata. Un inicio que te lleva a la siguiente parada sin refugio. El ataque de necesidad que te manda a parar por completo tu vida. Una vida parada para conseguir contrarrestar lo que en el fondo de los fondos estás perdiendo. Se acabó, el momento de estar, necesitar, esperar, buscar y encontrar se presenta y esta vez no es el momento de bajarse y estar de rodillas hasta un nuevo mundo que llegará por inercia. Es el preciso instante en el que uno deja que le inunde la rutina perdida, es el momento de no pararse más y de dejar bien claro que vuelve a ser la hora de abrir; así que, silencio.