domingo, 11 de mayo de 2014

Lo que queda

El agua estaba fría como solo podía estar en una mañana de invierno. El hielo brillaba por su ausencia, y la escarcha dejaba entrever que todavía quedaba algo de calor en ese dulce lugar montañoso.

Un rallo de sol iluminaba lo que podía ser una alcoba recién ordenada, pero también podría ser el cuarto de juegos para cualquier acaramelada pareja, en la soledad de la noche. No obstante, era de día y los juegos quedaban en la necesidad de la oscuridad. Las sombras desaparecieron con el primer nombramiento del día, y las voces y las risotadas dejaron paso a una celebración que no daba lugar a dudas, llegaba un nuevo miembro a la familia.

Necesario, así se llamaba ese nuevo inquilino en una familia huérfana que estaba sedienta de una nueva savia que diese lugar a nuevas aventuras. El milagro de la felicidad se escondía tras una novedosa cara desconocida. Una revelación que quedaba tras el principio de algo que no tenía porque acabar.

Las fiestas se sucedían y el alcohol caía como arroyos en el deshielo. Todo se sucedía tan rápido que nadie podía aguantar el ritmo de Necesario y las celebraciones ya estaban agotando a todo el vecindario. Los carteles de molestias  y de prohibición llenaban las calles y toda la familia decidió reprimir aquel comportamiento tan distinto de una comunidad en paz.

Necesario, quedó solo, sin familia, sin fiestas, sin alcohol, pero todo aquello no le importó, tenía lo más importante, tenía lo que queda tras el final…

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