sábado, 8 de marzo de 2014

El lugar

Un día cualquiera de verano. El agua se escurría entre sus manos. Más de uno confundía el sudor con la verdadera lluvia de la vida. Era algo habitual entre la gente extraña del lugar, pero los habitantes sabían perfectamente diferenciar ambas sustancias. Esa sabiduría que recorría al pueblo llenaba de magia un recoveco de la geografía perdida en un mapa polvoriento.  Esa magnitud de conciencia, de saber buscar, antes de saber ver, es lo que llenaba de felicidad un momento que duraba toda una vida.


La melodía recorría todas las casas, puerta por puerta, calle por calle. Los extraños se dejaban llevar por la felicidad que fluía en cada instante. En cada minuto que aquel misterioso lugar dejaba de mirar al futuro. Era el punto y seguido de cada final. Era la magia de continuar. Era el mejor comienzo de algo que inunda tu presente. Era la esperanza que infunde una sonrisa que nunca has imaginado. Era el parecer ser, lo que un día llegaste a desear. Era el momento de llegar a ver, para comenzar a estar. La melodía llega hasta nuestros días y nos induce a continuar, siempre a continuar. 

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