En la vida podríamos quedarnos con cosas sin querer. Al igual que podemos desaparecer en el atardecer, o recuperarnos en el más corto de los amaneceres.
Pero en el quedarnos, no nos encontramos con los que pueden entrar o salir, nos encontramos con aquellos que no se pueden mover. Aquellos que tomaron mil y una decisiones para finalmente quedarse con su propia mentira. Esa en la que creen por encima de cualquier verdad. Y es que, cuando queremos sin querer nos encontramos ante esa encrucijada en la que muchos nos podemos encontrar cuando superan nuestra barrera la desesperación y la necesidad por algo que no sabemos deshacer. Es un algo que nos encontramos en el camino de la perdición. Es un algo que podemos observar en los huecos que quedan vacíos en el momento en el que no sabemos que en primavera pueden aparecer nuevas florecillas con esas ganas con las que crecen al caer el agua de mayo.
Y es que en la oportunidad del sinquerer podemos encontrar las puertas abiertas al camino de la bendición. Un camino que nos aclara desde nuestras ideas hasta nuestra alma. Ese que consigue que una sonrisa no sea solo consecuencia de algo que hemos tenido, o tendremos, sino de lo que hacemos y regalamos. De aquello que nos hace grande, que no es más que dejarnos ver en las pequeñas cosas que nos regala la vida en el momento en el que decido verte, como lo único que tengo ante mí…
…esas ganas de querer comerme el mundo.
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