Siempre vas dejando pasar los
recuerdos. No sirve de nada retenerlos.
Cuando quiero pensar me miro en
ese momento en el que voy sentado en el bus. Hacía atrás, como los cangrejos,
al contrario que la vida, y en el sentido que le quiero dar a unos recuerdos
que se van a quedar dónde a mí me gustan.
Se va escurriendo ese tiempo del
recuerdo en un frenazo que te devuelve a la realidad. Que te permite levantar
la vista a lo que de verdad está ocurriendo, a lo que de verdad te está
transformando en lo que eres, pero sobre todo, a lo que de verdad te ha llevado
ahí. “No sirve de nada”, piensas, y la realidad es que no. La realidad es la
que te rodea, no la que te rodeó. La realidad está en ese mensaje que te llega
y dejas pasar. La realidad está en ese semáforo en verde que se te escapa por
ir con la mirada fija en una pantalla que no te deja ver el sol. La realidad es
ese instante en el que te preguntan cómo estás y tú pierdes evadido en
pensamientos y conversaciones digitales. La realidad está en esas caminatas
entre una multitud que nunca te conocerá. La realidad no se aleja de lo que
puedas vivir día a día. La realidad te vuelve a rodear. Dale la oportunidad de achucharla
y de reflejarte en ella mientras vas de espaldas a la vida en el bus.
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