Es muy fácil perderse, pero uno se pierde porque quiere. El
camino recto no suele moverse. Siempre está en el mismo lugar. Fiel a sus
principios. Con las oportunidades de siempre. Desemboca en las amistades de
siempre. En las personas que siempre te apoyan. En la familia. En el futuro. En
la tarde de compras. En el paseo por el centro. En el momento correntón. En la cerveza del río. En las Caipis, perdón,
es el camino recto. En tu vida profesional. En la formación. En la profesión.
En el momento de tu mayor felicidad. En el sí quiero. En el llanto primerizo.
En el primer paso. En la primera palabra. En la primera tarea. En el primer
encontronazo. En la primera vuelta de tuerca. En el segundo llanto primerizo.
En el volver a comenzar. En los amigos. En los reencuentros. En el trabajo que
ya no querías. En el momento en el que no pensabas. En el amor. En las broncas
por el juguete. En la primera pérdida gorda. En la esperanza. En la alegría. En
el parque cada tarde. En la espera de la cola del médico. En el agobio de una
vida. En el tercer llanto primerizo. En la primera hija adoptiva que llega. En
los nuevos instantes pasados. En la verdadera felicidad, esa que llega en el
peor momento, con la mejor de tus miradas. Ese es el camino recto, el que
siempre te lleva.
Cada uno se busca donde sabe que se encontrará.
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