martes, 16 de diciembre de 2014

El beso en la cabeza

  • -  Antes no pensabas así.
  • ·   Antes no estabas aquí.
El comienzo, como la enseñanza, arranca en el aquí. La verdad es tan relativa que la disfrazamos con: “yo nunca”, pero esa realidad, que es al fin y al cabo la única que te lleva a realizarte a ti mismo y a encontrarte con lo que de verdad existe, va más allá de las palabras, te sigue con tus propios hechos, y sabes que en todos ellos has mentido,  porque antes, tú no estabas aquí.

Ahora ya no existen esas mentiras. Se han cambiado y disfrazado de caricias. Besos en la orilla de esa miel derramada en la tostada. Se ha pasado a la realidad por el forro en esos interminables intercambios de miradas. Se ha caído en la tentación y has acabado manchado con sus suspiros. Te han derramado por todo el cuerpo esa sensación de plenitud. Esa que solo entra en el momento de acercarse al fuego, cuando necesitas descongelar las ideas.

En calor, y con la promesa de dejar a la realidad apartada de todo. Incluso alejada de todos esos pensamientos pasados. Y alejada de una mente en blanco, que solo se acerca a esa realidad en el momento que tiene ante sí esa sonrisa desperezándose sin razón alguna. Justo en ese calor es en el que sin darte cuenta se presenta, sin su carta de presentación, la relajación máxima.

Así, sin ojos a los que mirar en la oscuridad placentera, que encuentras entre los brazos de una persona que nunca esperarías en el andén de las tres y cuarto, llegó el momento más agradable del mundo, se inclinó y como si de un dios se tratase os bendijo a los dos con ese beso en la cabeza.

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