martes, 3 de junio de 2014

¿Qué esperas?

Una pequeña nota de amor rompía la piedra más hermosa del mundo. La espada salía del agujero que había causado esa sensación anterior, y que se derramaba entre grandes ríos de oscura viscosidad. El aire se impregnaba de las caricias entre dos jóvenes amantes. El arte del engañoso placer hacía volar, cual papelina, las horas de dos creyentes. Los besos se sucedían como cascadas de sabiduría. Todos podían contemplar con los ojos vendados la verdadera delicia de abrir y cerrar.

El momento no dejaba de ser el mismo. Ese que no acaba entre el bien y el mal. Ese que se queda estancado entre melodías en tus oídos de recién enamorada. La miel sobresalía entre todas las cosas. El dulce sabor a promesa. La falsa mentalidad del comienzo. Y todo rodó hacía un destino escrito.

Él, ella. La verdadera cara del amor llegó el día menos esperado. Tenía muchas, y todas se convirtieron en piedra. Chocaron entre ellas, no se rompieron, tan solo cambiaron de dirección y volvieron a chocar con otras piedras en el camino. La historia de nunca acabar. La historia del amor. 

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