Llegas al lugar, que te recibe con un silencio frío, o al menos así es como te deja, y allí está la luz que buscabas, que te hizo llegar hasta ese punto que ni imaginabas, ¿acaso existe? Te deslumbra una sonrisa, que aclaras a ver tras ese fogonazo que te deja sin palabras. Es el silencio que llega a la hora de abrir.
lunes, 20 de enero de 2014
Hubo un tiempo
Hubo
un tiempo en el que aprovechábamos todo, en el que aprovechábamos cualquier
cosa, en el que sabíamos saborear, en el que sabíamos vivir. Un tiempo en el
que no nos importaba esperar; los segundos no se sobrevaloraban. No hacía falta
vivir mucho, escribir o hablar mucho,
tan solo hacía falta saber qué es lo que querías y decirlo sin rodeos. No hacía
falta correr, solo hacerlo bien. Hubo un tiempo en el que se valoraba lo que
tenías delante de ti y no una realidad
virtual, que nunca alcanzaremos. Hubo un tiempo en el que las miradas existían.
Hubo un tiempo en el que nos iluminaba la luz del sol y no la sombra de las
cloacas. Hubo un tiempo en el que nos daba miedo la oscuridad, ahora nuestro
mayor amigo es el descontrol de la noche. Hubo un tiempo en el que la sombra de nuestro pasado no era más que
recuerdos encajados en una memoria frágil.
Hubo un tiempo en el que nos dejábamos llevar por nosotros mismos. Nadie
nos controlaba. Nadie nos perseguía. Nadie nos pedía a cambio un lugar al que
poder huir. Hubo un tiempo en el que hablar de paz era pura monotonía, y hablar
de la muerte era tabú. Hubo un tiempo en el que queríamos sin ver, en el que
escribíamos viendo. Un tiempo en el que poder escribir sobre papel, con tinta
de verdad, lo que uno saboreaba, admiraba y por supuesto quería, era posible.
Ahora solo vemos, escribimos y pedimos sobre una mentira con mentiras. Nos
hemos convertido en la única verdad escrita con mentiras.
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