La fascinación suele llegar como
la premisa a comenzar algo. La boca abierta y una explicación en el aire. Sin
más miramientos, ya solo buscas ese ejemplo a seguir. Pasa a ser un deseo
irrefrenable que se resiste a tus propias tentaciones e incluso limitaciones.
No llega el momento de estar cerca de ese ejemplo, de sentirte reflejado en la
misma orilla cristalina de la que nació aquella maravilla.
Pararse a pensar suena demasiado
bien. Sin embargo, la explicación no deja de refrenar los aires de superación y
de fascinación que deja en el ambiente. No deja de ser un motivo de algo que
sigue alucinando a conocidos y extraños. De nuevo, el camino queda impregnado
por lo que significa no perder el tiempo.
Y esto no es más que una
recomendación.
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