Nunca lo es. Sí lo piensas bien, nunca lo es. ¿Por qué
deberíamos esperar ese momento? Sí ya sabemos que nunca lo es, será mejor
aprovechar lo que se presente. En el ahora, sin el momento de mañana.
Quizás ésta sea una de las mayores razones por las que
perdemos siempre.
Siempre pensamos. El alcohol no lo hace. Es la llave a
puertas de todo tipo. Pero el noventa por cierto de ellas están cerradas en el
día a día. Ocultas ante la salvedad de una claridad que nos ofrece la
protección necesaria para tirar la llave al río.
Repito una y otra vez esos “siempres”, esos “momentos”, pero
nunca es lo mismo. La forma de abrir el alma está en repetir que siempre será lo
mismo para buscar su opuesto. Para buscarte a ti.
Esto debería de comenzar con música, suave, como la caricia
que te espera. Sin embargo, empieza con silencio. Con el silencio de una mente
resacosa, que solo ve el zumbido del viento. Del viento que deja un pensamiento
que pasa demasiado rápido. O, ¿quizás era un recuerdo?
La cosa es que comience. Sin momentos.
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