martes, 25 de noviembre de 2014

El Legado

Aquella luz comenzaba a transformar cada sombra en pequeñas luciérnagas. La alergia a esa luz comenzaba a evaporarse. Y la lluvia caía en la carretera borrando las huellas de todas aquellas decisiones.

Así comenzaba otro momento más de su vida. Porque ya no estaba. Había cambiado algo en su mirada. Quizás fuese el brillo. Quizás fuese la oscuridad. Pero la forma en la que apreciaba lo que veía acababa de transformarse.

Sentía esa grisácea intuición que se tiene en el momento que algo no está. En ese pequeño y duro instante en el que se borra la sonrisa y se dibuja esa cara que no está viendo más allá de su recuerdo. Es ese egoísmo que acaba de acordarse de que en el pasado había algo que necesitaba, y decide que ahora sería un buen momento para revivirlo.

Acababa de chocar contra los ojos blancos del recuerdo. Aquellos que escribieron alguna vez una historia para recordar. Era uno de esos recuerdos que aparecen personificados en sentimientos. Sentimientos, como aquellos que se perdieron tras ese mismo recuerdo. 

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