El silencio inundaba esa ráfaga de aire tan particular como
es la ártica. Una mirada atendía lentamente a los veloces cruces de una mosca
que iba desde el centro de la habitación hasta el final de un pasillo sin
derecha. Un mosquito se despreocupaba de la luz del día en lo alto de una
lámpara sin vida. Una cabezada en clase entretenía a todos con sus sonrisas
picaras. Más de una foto inmortalizaba estos momentos y otros muchos que quedan
en una memoria digital.
El sol iluminaba mil y una caríes. El césped se marchitaba
en la delgada línea, entre la pillería y el descanso de rigor. La serpiente de
la tristeza reptaba entre la soledad de una clase poco agraciada e histórica.
El busto de un gran tipo adornaba las más leales horas a las que no debía
acudir ni el ser más consagrado con su tiempo. Releer mil y una historias en el
aire primaveral. La lluvia dejó de caer entre los mejores camarotes situados
del lugar.
Una mirada gatuna vigilaba al pequeño saltamontes que creía
aprender a vivir. La cola de Boby perdía pelos en cada giro de 360º. El canto
de un jilguero colorín alegraba la mejor tarde de marzo. En sus jaulas los
chicos perseguían a las chicas. En los libros, todos se perseguían entre todos.
Un tuit, y otro, y otro más…
Una cosa más, antes de perder el tiempo, por favor.
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