viernes, 1 de agosto de 2014

No eres tú, es mi soledad

Quizás nos equivocamos. Nunca estaremos totalmente seguros de nuestras decisiones. Siempre estamos pensando en lo que nos traslada cada una de nuestras respuestas, cada una de nuestras acciones, cada una de nuestras miradas hacía lo que queremos, a lo que de verdad somos.

Pero lo que de verdad no te hace equivocarte es la soledad. Siempre hay tiempo de dar oportunidades, pero nunca es buen momento para mentir al lado oscuro que te pertenece, el que te dice que no estás bien, pero que es mejor que estar solo. El miedo, ese lado tan temido y que tanto nos atenaza, y nos deja sin capacidad de respuesta. Nos amarga. Nos cierra puertas. Siempre impidiéndote crecer por ti mismo. Sin conocer la vida como nos gustaría.

Porque tener un ancla al lado, solo te permite conocer lo que hay en el puerto, o en alta mar. Ver a los mismos marineros, o los mismos tiburones que te dan una única visión de la vida. De padre, abuelo, bisabuelo, al nieto.

Si cierras los ojos y lo único que ves es miedo, tu ilusión, y tú estáis muertos. Y sí, el miedo no solo se disfraza de futuro, también lo hace de pasado. Cuidado con lo que veis al cerrar los ojos.

Y es que la capacidad de crecer no está en el otro lado de nuestro miedo a la soledad. Está en la capacidad de acelerar sin atropellar a nadie. Está en la capacidad de abrir las ventanas a otros mundos. ¿Dónde quedó la capacidad de preguntar y que te responda tu propio eco?

Que la mano estreche el aire que respiras, y que se aleje lleno de la felicidad que produce conocerte a ti mismo antes de que el miedo o la ilusión puedan contigo. Ser tú mismo y disfrutar la vida. 

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