Un año más llega el mes de la desdicha. Ese en el que desdecimos todo aquello en lo que creímos al comenzar el año, y todo por no haber cumplido con nuestra propia palabra. Pero nada importa, todos esos agujeros que creamos allá, unos 350 días atrás, quedan cubiertos por parches, aunque no sea la palabra adecuada, puesto que toda una vida está cubierta por ellos, los más importantes. ¿Qué haríamos sin esa familia que nos dio todo desde el primer llanto? O, ¿aquella que elegimos al aprender a hablar o a amar?
Días en los que no importa nada más que brindis, y en los que queda claro que la felicidad se puede compartir en un trago al año. Brindis que se repiten con la fortuna, y aquellos que sentimos como propios, para mostrarnos que ésta sigue de nuestros lado, al darnos una vez más, a los nuestros. Días para saber mirar en el fondo de uno, y de aquellos que con una sonrisa, y con su tiempo, hacen del nuestro más virtuoso, si cabe.
Comencemos una vez más con esos propósitos que nos darán un objetivo para comenzar una vez más, pues diciembre se acaba, y ese abrazo cálido que nos reparten se irá sino conseguimos retener su fuerza. Pero no importa hasta donde lleguemos una vez re-programemos todo con un seis, puesto que todo lo bueno continúa, para llegar en 365 días rodeados del verdadero propósito, que mi familia siga abrazando cada uno de mis diciembres.