Un pequeño instante. Un halo que se quedaba petrificado en el preciso momento en el que constataban que estaba presente. Sentado en la brillante idea de que todo aquello de lo que se ocultaba no era más que todo aquello que comenzaba a iluminar en otro punto remoto de la geografía perdida de una vida pasada. Como si solo hubiese sitio para escapar, se preocupaba por buscar una salida. Ocultándose de todo aquello de lo que estaba lejos de abandonar.
Pero aquella silla en la que se presentaba decidía girar sin recaer en la de vueltas que uno suele dar. Presentando en círculos caminos y esperanzas en todas las escenas de la vida. Representando en una milésima de segundo aquellas contrapartidas por las que alguna vez huía como la salvación de lo que perdía. Encrucijando a todos y cada uno de los puntos por los que se veía sin verse. Luchando en ese instante en el que el ganar no tiene buenos o malos, solo tiene la existencia de seguir con los ojos abiertos. En forma de cascada caía sin que se hubiese dado cuenta antes, porque en el fondo todo es oscuro, pero mientras cae la luz. Esa que derrocha visiones de todo lo que tienes para luchar, por ello, brindemos por otra noche más de conquistas musicales. De visitas al más oscuro de los placeres. Por evocarte en cada instante. Por quererte.
Un lugar en el que la luz es filtrada por la sabia oscuridad, por Aitor Cabero |
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