Viejas leyendas. Cuentos de abuelas. Mitos y dioses divinos. Historias que vuelan con total libertad y que nunca pierden su alma. Siempre presentes en los comienzos de todo. Es la magia de la creencia. La magia de ver las cosas de una forma tan volátil que nos hace ser pequeños. La magia de la fuerza de la naturaleza, la fuerza animal, como libertad absoluta para sentir la vida. Pero la realidad de cualquier mito se pierde en ella misma. La visión de lo que nos han dado sin conocer el futuro. Solo el mito del pasado y de todo lo que hemos sido es el engaño más vil y sin defensa que conozca. Esa especie de maldición que existe entre el que busca y se encuentra. Entre el que quiere y el que se deja. Una lucha por aprovechar sin ser visto. Una rápida jugada sin sentimientos encantados por la historia más bella del mundo. Un deseo tan oculto como palpable en la alegría del disfrute. Esa pequeña parte de la historia que no es más que eso, parte de algo que nunca existió.
En la vida real aun está presente ese espíritu que guía en la noche la leyenda de que todo es amor, y que lo único que importa es creer en la palabra de un dios al que nunca le veremos su verdadera cara. Una creación actual más antigua que la persona que un día quiso volar sin veto alguno a lo más bonito del final de una historia.
Amor, vuela en espíritu por cielos de leyenda.
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