En aquellos tiempos grises, en los que ni la lluvia era suficiente para poder abrirse paso entre tantos huecos ocultos a los que dar un respiro y limpiar impurezas, ni tú ni yo podíamos imaginar que todo se va a mejor vida.
Sentimientos que mueren ante una agónica lucha por la hegemonía del mejor pasado vivido. Otros siguen vivos y enroscados en un tiempo que los dejó marchar sin ser invitados a salir en busca de su nueva esencia.
Una paradoja incomprendida.
Un icono que se marcha, deja paso al despilfarro en el que ríos de tinta nos dejan las puertas abiertas a vislumbrar todo lo que hemos perdido. Porque en ese segundo en el que te perdí, nunca me dio tiempo a ver todo lo que se avecinaba. Tiempos en los que las sonrisas eran desconocidas. Tiempos en los que los placeres no eran tan comprendidos, y ni mucho menos eran tan cómplices, como eran tu mirada y la mía. Tiempos en los que el amor se escapaba por la rendija que intenta ocultar las mentiras de un corazón roto. Tiempos en los que el que se oculta no es otro que el que se perdió, sin saber hacia que lado mirar y no encontrarte. Tiempos en los que el que ama, es aquel que no sabe lo que es el dolor. Tiempos en los que dos, no son más que una simple visión del oasis que fuiste en mi desierto eterno.
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