domingo, 5 de abril de 2015

El verdadero querer

Sentado frente al calor de unas llamas que tocaban en mi puerta cada noche, me dejé querer. Ese reflejo anaranjado me daban las formas de mil sombras que me reflejaban mil vidas, con sus mil historias y en ellas, siempre éramos felices. En ese momento en el que dejaba que el calor entrase por la puerta dejé que el hielo inundase mis antiguas historias. Pero aquí, no hay cabida más que para una puerta que parece de rodeo, con mil vueltas, tanto para entrar como para salir. Sigue meciéndose, ya sea por el viento que revela el aparecer más espectacular, o por la liguera brisa de lo que siempre estuvo ahí agarrándote la mano.

Y es que el verdadero querer, se enreda de mil formas. Se aprieta a ti, hasta calarte los huesos en ese abrazo que te abrasa por dentro, te ilumina por fuera, y te eleva hasta unas nubes tan esponjosas que serian perfectas para el secuestro en el que pienso cada noche. El retiro a unas vacaciones en las que seas para mí el ángel que me aguarda. 

Pero también está en ese respiro con el que te ahogo hasta dejarte sin aliento, porque ahí, somos dos personas que luchan por comerse al amor. Algo tan ridículo, pero que puede hacer que sientas de verdad como se transmite una caricia de una forma tan fantástica como puede ser en la que mi lengua acaricia la tuya. Algo tan inaudito como puede ser que entre tu respiración y la mía, no haya nada, porque ahí lo somos todo. Como puede ser acabar exhausto, en ese momento en el que luchas por coger el aire que has decido darle a otra persona, y en lugar de luchar por más aire, te derrote una sonrisa simple, a la vez que compleja, ahí, sabes lo que tienes delante. 

Aunque la forma más clara para confundir al verdadero querer sea de mil colores distintos. Los tenemos azules, verdes, marrones, negros, atigrados, y en ellos un blanco de fondo que no representa la claridad que una mirada te puede transmitir. Y es cuando sonrío al verte, o cuando lo hago sin mirarte, que sé que en el momento en el que mis labios se mueven, algo se estremece.

Pero tú, no eres nada de eso. Eres una explosión, que empieza disparando su mirada contra la mía, que acaba arrancándome los huesos de su sitio para hacerlos tuyos, que me da el aire que me falta en el momento en el que nuestras manos se unen y que explota en el instante en el que esa mirada me devuelve el aire en forma de una sonrisa maravillosa que me enseña lo que es el verdadero querer. 

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