- - ¿Qué quieres decir?
- + Nada, solo digo que no puede ser.
- - Pero yo te quiero.
- + ¿Qué raro verdad? Siempre sale la palabra mágica en los momentos que no son mágicos, precisamente. Si sonríes, o si te digo adiós. Pero no me dices nada cuando estoy en el momento único, el que es irrepetible por su incongruencia e igualdad al resto de los momentos aburridos, en los que simplemente te miraba por estar ahí conmigo, junto a los “te quieros” olvidados en esos momentos que dejamos de apreciar.
- - Eso no es verdad siempre te he querido…
- + ¿Ves? Así funcionamos siempre. Entre el pasado y el futuro, y el presente se queda en momentos buenos o malos. Pero hemos dejado de valorar esos momentos tranquilos. ¿Sabes cuándo vi que estaba enamorada de ti? Paraste la película que estábamos viendo, y me dijiste:” ¿qué pasa? Estoy cansado de ver esas caras del montón, ahora quiero ver la que ilumina esta habitación”. Nunca más obtuve un gesto así.
- - Pero y ¿por qué hablar esto por aquí?
- + Porque así es como funciona el amor, cuando se pierde hay que echarlo, y si te veo, me enamoraré de otra persona, porque no somos los mismos. Tú te perdiste entre las promesas de los problemas, y yo, yo simplemente no sé hasta qué punto me dejé perder por algo que nunca tendría el fin que le estoy dando.
- - Por favor, recapacita. Esto puede cambiar, no hay porque ser extremista. Para todo hay arreglo, el amor lo puede todo, ¿recuerdas?
- + Lo único que puedo recordar son los días pasados, esos en los que me sentaba a mirarte y veía a la persona con la que quería estar, ¿eso es el amor? No lo sé, pero eso es lo que quería, y ahora sé que lo que quiero es ser feliz, y no sentarme a ver cómo pasan los días por mi ventana, sin ver que en ti suena un “¿cómo estás?”. En serio, ¿hasta ahí llegar el amor que se nos olvida preguntar algo tan básico como eso? Ya no creo en nada que no sea el presente…
- - Pero esto no es el presente, el presente es que te quiero.
- + ¿Sabes? Desde que hemos comenzado a hablar solo he escuchado a una persona hacerlo, y a otra excusarse y prometer. Es una historia que ya he vivido muchas veces y que no quiero volver a ver, lo siento, pero aquí es cuando me hago escritora, y te digo que también dejo de serlo, se acabó el escribir nuestra historia…
Llegas al lugar, que te recibe con un silencio frío, o al menos así es como te deja, y allí está la luz que buscabas, que te hizo llegar hasta ese punto que ni imaginabas, ¿acaso existe? Te deslumbra una sonrisa, que aclaras a ver tras ese fogonazo que te deja sin palabras. Es el silencio que llega a la hora de abrir.
martes, 20 de enero de 2015
El tono de la llamada
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