miércoles, 12 de octubre de 2016

Sin maldad

Voy a morderte, comerte y devorarte, pero sin maldad.

Mi boca, sin saciarse, va a aprovecharse de ti. Va a recorrer cada centímetro de tu piel. Mis manos me ayudaran a abrazar cada sentimiento que hemos dejado pegado a nosotros. Las noches no serán más que la excusa perfecta para crear, crear que nuestros cuerpos no sean nuestros, y que alas en nuestras espaldas nos eleven a un nuevo amanecer, y que el día, solo sirva para que el sol nos ilumine saltando por el mundo. Nos ayudará a secar nuestras huellas tras esa lluvia que nos quiere atrapar.  

No seremos humanos, solo monstruos corroídos por la locura del otro. De infinitos sabores y cacerías de sueños. 

Voy a morderte para que sepas que puedo atraparte entre mis dientes, sin palabras para poder convencerte. Voy a enseñarte que comerte es solo el despertar de un día cualquiera, voy a enseñarte que con solo mirarte voy a devorarte…

…y que mi corazón va a quererte, pero sin maldad. 

lunes, 3 de octubre de 2016

Negación

Hay puntos en la vida que no sabemos ver. Hemos seguido ese instinto de felicidad que siempre quiere lo mejor para nosotros, porque una vez llegamos a serlo, pero ese instinto no sabe cambiar. Alguien una vez dijo que “el roce hace el cariño”, pero también lo desgasta, acaba con él. No siempre, no nunca, pero pasa, y entonces la vieja felicidad te mata, te ciega y te encierra en el pasado, en ese “érase una vez”, pero las perdices a veces vuelan, y no precisamente para quedarse cerca de uno. 

Es un cuento que siempre puede volver a empezar, pero no le puedes negar el final de uno, para poder empezar con otro. 

Sin créditos, no hay agradecimientos. Todo está en esa sonrisa que se apagó para que descubrieras que no todo se encuentra en la primera vez. 

Descubrir que el dolor es el único que no niega su existencia, que muestra las puertas de la realidad y que hace que puedas ver mejor que nunca quien eres. 

No. Siempre puedes recurrir a la respuesta rápida. Escóndete en las sombras, y niégate ser alguien que lucha por abrir de nuevo el resplandor de un bonito amanecer, pero no sabré quién eres hasta que abras los ojos para ver el sol. 

Siempre habrá un nuevo día que te respete la oportunidad de creer…

… porque en el final aprendí a negar con un beso. 

miércoles, 21 de septiembre de 2016

¿Quién dijo miedo?

Los siglos pasaban como sí de segundos se tratasen. En ellos el miedo jugó un importante papel, pero no dejó al tiempo paralizado, éste siguió. 

No había más que mirar a los ojos del que descansaba, para saber que entre los platos rotos el silencio era solo melancolía. Todo giraba para que en aquel atardecer la esperanza no saliese mareada, y se había jugado durante mucho con el poder, para que éste desapareciese en un suspiro cansado.

Pero el miedo seguía siendo el que despegaba las páginas para lanzarlas al fuego. Él, y solo él, era el que podía hacer desaparecer al frío, o quizás tan solo disfrazarlo, sin que los ojos pudiesen avistar lo que de verdad representa aquel profundo y oscuro cantar. 

Hasta que el tiempo pasa, y pasa por todo. Y por todos. Y el miedo se queda en algo pasajero. En algo que durante un tiempo no te quiso. En algo que al principio, no era más que eso, El principio. Ahora, los pájaros habían aprendido a volar, el presente sabía hablar, y el futuro ya había quedado en esperar al que quisiese hacer de su tiempo suyo, sin olvidar, con peligros, pero sobre todo, aprendiendo que sin miedo no hay valientes. 

lunes, 8 de agosto de 2016

Estás solo en esto

Lo dejaba crecer, como si dejándolo solo fuese a funcionar. No le había enseñado a hablar, ni a caminar. Lo alimentaba con aire, y lo disfrazaba con los mejores ropajes. 

Él seguía creciendo alejado del respirar. En un atardecer que susurraba esperanza. En la confección de creer en la lejanía, sin esperar que el límite acabase algún día. Estaba en ese rincón al que cada noche uno huye a esconderse del miedo. Era un lugar seguro, caliente y sin salida. Allí estaba solo, aunque en ocasiones oía voces. 

Nadie le había enseñado a hablar, pero un día comenzó a confeccionar una idea. El rincón, seguía estando escondido, pero pasó a tener nombre, y la seguridad creció, a la vez que la realidad se falsificó. Acababa de nacer su Sueño. 

Los momentos de soledad y seguridad crecieron con el tiempo, a la vez que Sueño fue aprendiendo más y creando mejor aquel mundo. Pero todo tenía una larga sombra, y el tiempo nunca paraba. 

Un día, la luz se apagó. Los vientos dejaron de soplar. Y Sueño salió a la calle, se olvidó de rincones escondidos y de seguridades, y apostó por el miedo y el frío, corrió hasta el límite y consiguió que todos hablasen. 

Aprendió a andar y llegó a convertirse en la sonrisa de un soñador.

martes, 2 de agosto de 2016

Sin desperdicio

Hubo una vez en la que pensé que había momentos que pasaban y no servían mas que para que el tiempo pasara. Pero estaba muy equivocado. Estaba muy atrás en el recorrido que vamos dejando a nuestras espaldas. Había momentos que creía que me matarían, algunos de aburrimiento, algunos de dolor. Había otros que me hacían sentirme el rey del mundo, y otros que me demostraban que no hay ningún momento en el que algo nuevo llegue a nuestras vidas, o mejor aún; alguien. 

He llegado a creer que conocía a todo el mundo, todos los métodos, todas las teorías, todos los trucos, y todo el inglés posible. Pero me volvía a equivocar. Siempre llegaba esa palabra nueva, esa nueva expresión, y por supuesto, llegaba esa nueva sonrisa con su aire fresco, sus nuevas maneras y sus formas. Salías del camino y todo volvía a ser nuevo.

Había segundos que se convertían en el caos más absoluto. Se dejaban de seguir tópicos y todo rodaba hasta que la bola del conocimiento no entraba por la puerta. Se viajaba y se dejaban atrás amigos por cada rincón del mundo. Una experiencia, una casa. Se conocían las "mejores" palabras de cada vocabulario. Y por supuesto, el mejor lugar para la foto con más "me gustas". 

Se seguía viajando, y se sigue, porque sin seguir uno se muere, y se trata de perderse, de no encontrar el límite, y sobre todo de dejar, de dejar atrás tantas experiencias que nuestras retinas no reconozcan todo a su alrededor, que exploten las agendas, y que los pies se queden sin zapatos.

Por no parar de conocer(te). 

domingo, 24 de julio de 2016

En el fondo de la duda

No sé sí es el momento de escribir. Quizás porque nunca he tenido muy claro cuando llegan los momentos. Gracias a este hecho, sé quiénes son los que me rodean. Personas pacientes y llenas de amor que saben esperar para ofrecerte lo mejor. Y es que en muchas sombras el sol se asoma para achicharrar cualquier atisbo de frescura. Es lo que tiene esperar, que todo se pasa sin que vislumbre, si quiera, un grito de socorro. 

No es que haya impacientes que desaparezcan. No es que alguno haya estado algún día. Es que todo vuela cual papelina en el momento en el que una duda quiere formar parte de la historia. Porque éstas siempre serán más largas y complicadas, pero en ningún momento tendrán un final, o no lo tendrán feliz. 

Hace mucho tiempo que todos saben de cuentos. Hace mucho que todos conocen a los enamorados, los desenamorados y los que nunca llegaron a conocerse. Pero nadie recuerda a los amigos. Nunca hubo dudas sobre lo que había que esperar de una amistad, pero cuando las hubo, no había impacientes por un sí o por un no, todo se deslizaba hasta que algo se rompía. Y todos sobrevivieron, algunos siguieron de la mano, otros la levantaron para decir adiós, pero todos siguen vivos, y dudando de lo que pudo no haber sido. 

miércoles, 29 de junio de 2016

Pringá

Hay un lado de nosotros mismos que se queda siempre en el camino de lo que debería. Como esa luna que sale antes de tiempo, pero que el sol no deja ver, pues no es su momento. En ese tiempo insustancial en el que nuestro lado no sabe actuar, es cuando se pierde. Quedamos en un limbo en el que no sabemos responder a las necesidades del ahora, y el tren se va. Una cara de tonto, y quizás una lágrima, un cambio, y el mundo vuelve a girar. 

Hay una vida que no sabe respetar los tiempos. Que deja que todo vaya en un sin sabor de emociones. En el que no hay luz que sepa adaptarse a aquel callejón oscuro en el que todo ocurrirá. La mariposa se posará en el cielo azul, sin nubes, sin estrellas, con la esperanza de ser ella. Pero siempre se quedará con la espesa sensación de que el viento tiene su propia felicidad. Arrastrará hojas, de punta a punta, sin descanso, sin comprender de dónde procedieron, y qué buscaban. Ellas se dejarán llevar, hasta que la fuerzas fallen, y entenderán que en el camino se aprende más que en las ramas de la sabiduría. 

Sí fuéramos conscientes, dejaríamos que el tiempo se nos pasase. Que los huesos doliesen. Que el alma llorase, y que la vida respondiese con un grito ahogado. Y entonces, solo entonces, nuestro eco nos haría llegar la llamada de auxilio que todos necesitamos para emprender la verdadera búsqueda de lo que necesitamos…

…nuestro propio camino. 

martes, 14 de junio de 2016

Inusual

Hay cosas que se van modificando con el paso del tiempo. Esa clase de cosas que nunca creíste que cambiarían, pero el tiempo, todo lo puede. Desde amigos a rutinas. Desde elogios a críticas. Y llega un momento en el que lo inusual en tu vida es aquello que siempre has tenido. Porque no hay muchos detalles que se puedan mantener para siempre. Esa hora de lectura, forzada, para seguir creyendo e ilusionándonos con palabras, como cuando éramos pequeños. Tirarse al suelo en verano para buscar el placer de sentir que algo no está derretido. O simplemente seguir con la pasión que seguías de pequeño a tu equipo favorito o adorando a tu mascota. 

Más allá de lo que podamos rescatar en el baúl de los recuerdos, ahora todo es nuevo. Distinto. Incluso seguirá siendo pasajero. Construimos nuestro mundo en base al tiempo, sin decidir lo que de verdad queremos. Una casa, un trabajo, gente que va y que viene. Amores y desamores. Incluso la familia. Esa edad en la que debería de surgir la figura del que construye aquello que un día podría quedarse para siempre, y sin embargo, solo habla del pasado, de lo inusual que es todo, ahora que solo quedan resquicios de lo que queremos ser, ¿acaso lo sabemos? 

Voy a luchar por tener entre mis manos todo lo que un día aprecié. Pero es una guerra perdida, solo puedo apretar los segundos con la fuerza del que dejará escapar las experiencias, sí me quedo un momento mirando hacía atrás. Voy a tratar de ser inusual para que todo lo que llegue, comience a ver lo que dejé de ser, y sin embargo seré. 

Porque no hay nada más inusual que ser tú mismo. 

jueves, 2 de junio de 2016

Dolor

Hace mucho tiempo sentí el dolor, era algo tan injusto, que lo podías reconocer sin verle la cara. Era algo que nunca habías imaginado que pasara, y quizás por eso pasó, porque los sueños pocas veces se viven. Tras conocer lo que era el dolor, aquella primera vez, comprendí que las lágrimas no son de débiles, son de personas fuertes que saben lo que la vida puede estar guardando para ti. En aquel momento confié el siguiente paso en una pulsera blanca y en su pureza, confié en seguir en pie, para un día caminar de nuevo, y llegué incluso a volar. 

Hace unos días el dolor se volvió a presentar en mi puerta. Llamó dos veces, por si no la había oído la primera, con la fiesta que esperanza tenía montada. Y se quedó con todo. No le importó que no fuese su momento, y por supuesto no estar invitado. Quiso apropiarse una vez más de mi corazón e intentar destrozarlo, pero esta vez no lo iba a dejar. No hubo lágrimas, sí quizás una sonrisa pícara, una sonrisa que no deja de creer, porque del segundo no se acordará nadie, pero aquí hay uno que no olvidará lo que siente. Porque más allá de la victoria está el orgullo de tener la cabeza bien alta y saber que el que lo da todo siempre gana de una forma u otra. Porque hay un sentimiento que te hace más fuerte, puesto que cuentas con él hasta el final de tus días. Porque nunca vamos a abandonar, ni dejar atrás lo que la historia nos tiene escrito, porque nosotros somos el Atlético de Madrid, los que nunca se cansan de luchar. Hoy elijo confiar, confiar en que el camino se sigue construyendo con el sentimiento que nos ha traído hasta aquí, porque rojiblanco es mi corazón...

¡Te quiero Atleti!

miércoles, 25 de mayo de 2016

Ilusión

Creer y ver son cosas muy diferentes. No todo lo que crees lo puedes ver, y no todo lo que ves lo puedes creer. Pero, podemos creer y ver la ilusión. Ésta no deja de ser un reflejo de nosotros mismos. Nos empuja a creer, y si creemos normalmente terminamos por arrojarnos al vacío, sin importar lo que veamos más allá. Porque la ilusión tan solo es una condición para que empiece lo que verdaderamente somos. Lo que queremos ser, y lo que de verdad nos gusta ver. 

En esta ilusión no había baldosas amarillas, ni tan siquiera había un telesilla para subir a las nubes. Tan solo había que creer. 

Sus ojos desprendían esa sensación de no saber lo que están haciendo. De no saber si están mirando o viendo. De no saber que por los dos, se puede llegar a un infinito. Pero ellos seguían fijos en esa idea. Una idea que no creía conocer nada más allá, que no fuera esa ilusión por construir besos en el aire. De desaparecer entre unas sábanas y no existir en días. De saber que en cada suspiro se esconden más de un te quiero. De entender que entre lo que vio y lo que sintió, no había más que un camino de dudas relajadas por su sonrisa. 

Y con las dudas de la ilusión comenzó a caminar, a levitar, a volar, y rozó el paraíso creyendo que había que cerrar los ojos para poder verlo.

jueves, 19 de mayo de 2016

El de allí

En el sur no existía el agua, todo lo que había era cerveza. Toda la gente se sentía feliz y solo se hablaba de fiestas, y de cebada. No se esperaba a que el otro acabase su tercio, porque no había segundas partes en esta cara de la moneda. 

En el norte, no existía la cerveza, todo lo que había era agua. Toda la gente de este lugar estaba saludable, y hablaban de la existencia de la vida, y del fuego, pues se podía acabar con él. Aquí, no solo se esperaba a la otra persona, también se acompañaba y se compartía todo sufrimiento y querer. Todos eran uno. 

En algún punto entre el sur y el norte, durante algún momento de la vida, una jarra de cerveza cayó sobre el arroyo más puro que proveía de agua al norte. Todo ocurrió en una hermosa mañana de invierno bañada por unos cálidos rayos de sol. Él no podía ni mantenerse en pie, mientras que ella solo quería limpiar sus blancas mejillas. El estruendo de la jarra al estrellarse en el agua, despertó a aquellas dos criaturas, que tan diferentes creyeron conocerse. Rápido corrieron a limpiar todo lo que podría ocasionar aquel incidente en las tranquilas tierras del norte, y él aprendió a ayudar. Y ella aprendió que hay errores que no se pueden evitar. Y ambos descubrieron que los mundos están para compartirlos, al igual que la vida. 

miércoles, 11 de mayo de 2016

Natillas

Quizás el mundo se debería de quedar en el paladar. En esos labios que desprenden el saber del universo. Ellos que unen esa profundidad a la perdición. Ellos que te separan de la verdad. Quizás no haya más que mirar como tiemblan las mejillas de una vida, que nerviosa es devorada. 

Hay un sabor que supera a cualquier otro en el mundo. Este sabor se desprende más allá del poder de las papilas gustativas. Este sabor se puede ver a través de una tormenta. Este sabor, solo tiene uno, y siempre es diferente. En ti, y en los labios que te secuestran en cada amanecer. 

Porque más allá de un cielo azul, o un infierno rojo, hay placeres que se degustan en el día a día. En esos pequeños milagros que por orden se convierten en realidad. Porque un día el sol decidió: que la sombra de la noche no valía más que el calor de tus huesos con los míos. Porque un día, no había nada más allá que una palabra perdida entre una confusión encontrada.

No quiso saber si algo estaba mal. 
Ni lo quería entender. 
Na’ más quería que tuviese sabor a colores… 

…Y en esa explosión de colores, la hubo también de texturas. Y de sentimientos. Y de sin sabores. Y de maravillas. Y de subir y bajar. Y de pasión. Y de fresas amarillas. Y la hubo por ti, pero nunca fue suficiente…

¿Repetimos?

lunes, 2 de mayo de 2016

Creer

En todo camino en el que se aprecie el creer aparece una piedra. Ésta puede ser de un mayor tamaño o de uno menor, pero allí estará. Los que creen decidirán, con ella en la mente, como se puede seguir adelante; sin molestarla, eliminándola, o haciéndola su amiga. 

Y es que, no solo se abre un camino a los que creemos. Hay mil y una fórmulas para que el creer siga adelante siempre, sin que haya esperanzas que queden atrás. Una mirada siempre ve, más claro o más borroso, que la luz está en el siguiente paso. Que atrás no hay más que lo que siempre fue, sin que el presente se llegue a empañar. 

Las sombras se niegan a dejar de seguirnos. Yo me niego a dejar de buscar en el armario.
Las caricias se niegan a dejar de tocar. Yo me niego a dejar de cerrar los ojos cuando me besas. Las apariencias se niegan a dejar de engañar. Yo me niego a dejar de correr tras el viento. 

Yo creo en un lugar en el que el cristal y el agua serán uno. Las plantas serán las consejeras de mi vida, y los animales serán el consejo de sabios de un ser que no quiere dejar de cerrar los ojos. Será un lugar en el que la meta no tenga espectadores, y donde el uno más uno serán todos. Una playa rellena de conchas y caracolas proféticas. Una esperanza en cada atardecer y un río de principios. Allí, todo caerá desde una cascada que hará que toda melena acabe al viento, sin preguntarse por la verdad. 

Y ahora: CREER, porque algún día podré vivir mi propio paraíso, en el que la gente tendrá la culpa de que creer: no es cuestión de piedras, es cuestión de caminos…

lunes, 25 de abril de 2016

Perdidos

A la orilla de una playa desierta habían llegado tras un naufragio algunos sentimientos perdidos. Una fatal tormenta había acabado por completo con aquel crucero en el que se habían embarcado algún tiempo atrás. 

Se habían derrochado ríos de champan y celebraciones en aquel viaje, en el que todo sabía a paraíso. Incluso había un arcoíris permanente que daba paso a la calma en cualquier atisbo de tempestad. Había un diseño de corazones que había hecho famoso el: “viento en popa y a toda vela”. La brújula tenía como norte una noche estrellada, y cometas que se aseguraban de que todo fuera perfecto. Incluso el alcohol era de un rosita intenso que dejaba marcado cada beso con la pasión que solo unos sentimientos encontrados pueden dar. 

La tormenta. Ella siempre martillea el itinerario de todo. Y a la deriva quedaron varados algunos sentimientos que no podían dejar aquella resaca. Pero solos, sin encontrar una bendición en el horizonte, se dejaron caer. Crearon en la arena algún intento de pedir auxilio, pero todo quedaba ahogado en la nada. Era la hora de luchar contra todo. 

Cocos, más tormentas interiores, e incluso hambre, hicieron que los sentimientos creasen su propio nombre, y orden. Había importancia por los pequeños detalles. Había una responsabilidad por cada segundo. Había un saber ser. 

Pero a las orilla de la playa también llegó un cielo azul. Un bote sin lujos, ni resquicios de paraíso, aunque igualmente salvando aquella vida.

Y comenzó a creer en lo que un día estaba perdido. 

lunes, 18 de abril de 2016

Quiero

Quiero tiempo. 

Hay un valor en el mundo que nada le envidia al oro. Se puede falsificar a la hora de desperdiciarlo, pero cuando todo se hace intenso, el valor siempre habla de segundos.

El tiempo me ha devuelto la esperanza. Ésta también se ha vuelto más pequeña. Dentro se cierra un círculo que te dice dónde está cada uno en el momento exacto, en el que no se pierde y se exprime en cada calada que damos con los ojos cerrados, porque ayer, siempre lo fue. 

El instante me ha devuelto la sonrisa. Ésta también se ha vuelto más intensa. Aquí no hay encierros, todo sale tan natural, como aquella mariposa que rodea al mundo. 

El querer me ha devuelto la alegría. Ésta también se ha vuelto más visible. Las barreras caen en cuanto una bandera de amistad se alza, y todo sigue siendo como antes. Momentos que se viven, momentos que se quedan. 

El mundo me ha devuelto la soledad. Ésta también se ha vuelto más sincera. No hay calma sin tempestad, al igual que no hay eco sin grito. Por ello, que no vengan ciegos a desvelar lo que no veo. 

Quiero tiempo en el que todo se queda, quiero que solo haya valor por los que quiero. 

martes, 22 de marzo de 2016

Una lágrima

Llega un momento en la vida en el que nada importa más que el sentido de poder desahogarse. Puedes buscar el tuyo en la soledad o en la compañía, pero siempre necesitarás que una lágrima barra todo el polvo que se acumula. Porque no hay victorias sin derrotas, y en ese balance siempre hay caídas para saber superarse. 

En los escalones por los que paseo actualmente no saben lo que significa estar callado. Hay mucho ruido por todos lados. Nadie sabe estar en silencio. Desde un murmullo, pasando por un grito ahogado, hasta llegar a un cotilleo maldito por lo que pudo haber sido y no fue. Por lo que es y no sería sin ser. Porque siempre que se persigue al futuro, se tiene que vivir el presente. Porque hace tiempo que la sonrisa dejó de ser suficiente para mostrar que si ella no está, solo puedo estar enfadado. Porque no solo hay rayos de luz, también hay alfombras rojas que se mojan. 

Y es que este presente es más presente cuando sabes quiénes han hecho que todo esto exista. Una vida en la que no solo hay personas, hay sentimientos. ¿Sabes cuáles son? Aprovecha y reconoce en ellos tu felicidad, solo así habrá lágrimas que te den alegrías. 

PD: una lágrima puede contener a toda la humanidad o desahogar toda una vida.

miércoles, 2 de marzo de 2016

Ella no quería desaparecer

Hace muchos años había una especialidad que se disfrazaba de felicidad. Era sencilla, y se palpaba en cada esencia cotidiana. Se podía tocar, y la podías ver en cada rincón del mundo. Daba la libertad de poder jugar, y no había demasiadas reglas. Se delimitaba en el terreno de la confianza y se desplegaba a lo largo de la costa. Se reflejaba en cada carita iluminada, en cada espejo sin exceso y en el sol de mediodía. 

Su problema eran los años. Era huidiza. Los pensamientos de los demás, el tiempo, los errores y el dolor, eran su muerte. Un despilfarro de tiempo se contaba como unos segundos, mientras que los años seguían dejando atrás un contador que nunca queríamos mirar. Se atrevía a desafiar al futuro, sin importarle el presente. Y el más importante de los problemas caía impotente cual hormiga ante el caminar incesante de la inquietud. El vaso no existía, se rompía y mojaba cada guión escrito. Solo una madre podía regular el espacio y el tiempo de la época, pero sin olvidar los meses de vibración indefinida. 

Un niño jugaba y jugaba, hasta caer rendido. Un niño reía y reía, hasta que los dientes se caían de leche inherente. Un niño lloraba y lloraba, hasta que las lágrimas se convertían en cuentos. Un niño imaginaba e imaginaba, hasta que dejaba el mundo del ahora. Un niño gritaba y gritaba, hasta que la voz se convertía en el viento pasajero. Un niño indagaba e indagaba, hasta que toda América caía rendida a sus pies. Un niño nunca dejaba de ser un niño. 

En un rincón descansa ahora. Está envuelta en una sábana blanca, cuál ropero desterrado. Sabe que para algunos pasó el tiempo, pero nunca imaginó que acabaría siendo uno de esos utensilios que enmarcamos dentro de la categoría de: aparatos desfasados

Ya no existen los niños. No existe esa ingenuidad de reírse de uno mismo. No existe la imaginación por conquistar el mundo con un trozo de plástico en forma de indio. No existen las posturas ante el espejo. No existen las casas en arboles o debajo de la mesa. No existen porque ya no seremos nunca más niños sin saber lo que es el mundo. Lo vemos día a día. No podemos cambiar algo que nos cambia a nosotros. La hemos perdido. Se fue la capacidad de conocer algo nuevo y de crecer por etapas. Ahora solo seremos mayores, por y para siempre. 

Descanse en paz señora infancia.

miércoles, 24 de febrero de 2016

La chispa

Por encima del hombro se alegraba de mostrarse aquella especie de bienvenida. Era una luz que resplandecía, se mostraba en ráfagas y jamás era permanente. Iba y venía a su aire. 

Una sonrisita picaresca daba aún más brillo al cuadro. En él, sonaba el desperezar de la raza humana. Había una especie de sentimiento por encontrar la más escondida de las gracias. 

Se escuchaba como las sábanas se despegaban de la piel sudorosa. Había dejado marcas, y no solo en forma de sueños. Lo había disfrutado y lo había descansado, pero nunca lo había vivido. 

Estaba sedienta y necesitaba hacerse con la presa que más le gustaba. Tenía hambre y buscaba desesperada como acabar con aquel agujero. No había forma de saciar aquel cuerpo rebelde. 

Caminaba despistada por todos aquellos rincones inhóspitos. Entre vigas de madera, y telarañas. Entre segundas piedras y ríos de plástico. Entre la razón de ser, y la de querer(te). 

Se abrazaba a la esperanza de seguir en el mundo de los vivos. En un mundo en el que el poder de sentir se queda entre tus brazos y los míos. Entre un tú y yo, que siempre fue imaginario. 

Y se despedía. Se iba sin haber logrado nada un día sí y otro también. Pero allí volvía a salir al día siguiente. Era esa chispa que nos hace ser especiales. Era lo que te hace grande. Eras tu mismo. 

miércoles, 10 de febrero de 2016

El mar

El amar de las olas se escuchaba de fondo. Era de ese tipo que va y viene, que rompe y sacude todo a su paso. De los que perdonan, pero que terminan devolviendo tarde o temprano lo que un día se lanzó al fondo. Tenía un run run que te permitía coger el sueño, no sin antes pasar por teorías desafortunadas. Había una cierta esperanza que no se terminaba de encontrar en aquella amada orilla, donde una fogata iluminaba con certeza los deseos de ambos. 

En la hora del baño todo sucedida con normalidad. Había una inmensidad que les regalaba la paz a ambos. Solos, no había más interferencia que la de una caracola. Lo habían cambiado todo para poder dormir a la brisa del verano. Para abrazarse en el momento del amanecer y amarse en el momento del atardecer. 

Bucear era como adentrarse en ellos mismos. Una infinita oscuridad iluminada por peces de colores. Sonrisas submarinas que levantaban pasión en el fondo de un sinfín inabarcable. Así es como se deseaban, en soledad. Con la compañía de unos sentimientos que daban vida a todo aquel ecosistema. 

Pero en aquella playa abandonada, en aquel desesperado intento por encontrar la verdad, todo se arruinó. No había más materia que el egoísmo. Un retiro de la grandiosidad que una persona puede dar al mundo. Había decidido secuestrar todo lo que le importaba. Pero solo había una parte feliz. Y había comprendido el porque de las tormentas. No todo podía seguir las pautas de un solo ser. Había algo más, había que compartir el amor, y en él ya no quedaba más que el mar de fondo para susurrar que aquello no existía. 

lunes, 1 de febrero de 2016

La historia

El vello se erizaba con la llegada de aquella premonición. Acababa de dejar un espacio en blanco antes de comenzar. Pero decidió seguir aquella sensación por encima de todo pensamiento. El aire sonaba cálido, ese que no se lleva el pesar. Dejaba delante de aquella sombra el siguiente paso que dar. Porque esta vez, en todo aquel escenario, había una historia que contar: 

La historia había comenzado sola. Se había subido a una estrella y había deslumbrado por los rincones más inoportunos. Había tomado nombre y ahora quería tener vida. Había comenzado despacio, pero la velocidad pertenecía a su grandeza. Aquel sentido de transmisión volaba por el reptar de un deseo. Unos ojos enrojecidos se agarraban al cansancio para no naufragar. Una mano se lanzaba como salvavidas. Ambos se agarraron para sacar a flote un nuevo pico de azar. El sentir fue algo que se convirtió en nubes pasajeras. La lluvia caía para poder recorrer sus cuerpos en una caricia. Y el sol les devolvía el brillo de un día oscuro. 

Besos tronaban en forma de eco, para nunca desaparecer. Deseo se transformó en miradas de salsa. Bailes a medianoche que, ¿acababan? El prestigio fue algo in-calculado en el momento en el que caía la bandera. Se izó el no molestar, y el mundo se apartó. No había quien decidiera el paso. El acantilado no daba miedo, y las caídas no existían. Solo el fuego estaba presente. Y el día a día fue eléctrico, fue vivo. Creció una nueva idea en la vida. Maduró una sonrisa y quedó un legado feliz. 

Y la historia se fundió, pero no en uno, se fundió en dos. En dos cuerpos. En dos almas. En dos mentes. Porque dos, suman más que uno. 

Y la historia triunfó. 

lunes, 25 de enero de 2016

El nombre

En el epicentro de todo aquel revuelo de gritos no se hizo honor al silencio. Éste, enojado por todo lo acontecido, decidió dejar a la voz principal sin la opción del nombre. La voz, sería algo que se escuchase alejarse sin ser recordada, y acercarse sin ser reconocida. 

Ella, ya no sería el alma de la canción, ya no sería el amor del que todos hablaban. Sería esa especie de ida y vuelta en el que el deseo sin pasión se esconde. Ese sin sentido del que muchos huyen a esconderse en la simplicidad del que te guarda las espaldas. 

Ella, ya no sería el susurro que despierta al sol, ya no sería la sonrisa que brilla. Sería ese miedo a que las palabras pudieran significar algo más. Ese significado a la vida que tan solo se muestra en la mirada de en frente. 

Ella, ya no sería el deseo que desprenden unos labios, ya no sería el presente que querías. Sería esa persona que ni reza ni come, vuela. Ese vuelo que conquista nubes amarillas, y dibuja vendavales. 

Ella, ya no sería el sentimiento que se despierta en un segundo, ya no sería la pequeña luna. Sería esa sensación de que toda está vencido. Ese destrozo que solo se comete cuando todo está acabado. 

Ella era libre. Ya no había ningún nombre que decidiera por ella si era el silencio o un grito quién expresase sus sentimientos. Ella sería vida, y nadie más. 

lunes, 11 de enero de 2016

Las diez mil gracias

Las historias comienzan en “érase una vez”, y siempre muchos años atrás. Esta no podía ser menos, pero sí más, y por ello es una de esas historias que sigue viva. Tiene alma propia, alimentada por una ingente cantidad de sombras que llegan ya a más de diez mil. Pero en todas las historias hay momentos, y los hay para todos los gustos. Muchos sabrán que los ha habido de silencio, de comienzos y despedidas tristes. Aunque siempre trataron de inventar. Y más allá de nuevos comienzos y aventuras, siempre hubo un respaldo detrás de esta cantidad de “chaladuras”. 

Por eso, y porque quizás fue bonito, pero complicado, gracias. Momentos en los que el margen de mejora se da, porque se sigue activo, gracias a que siempre hay vida detrás de estas palabras, y no se la doy yo. Gracias, porque siempre fue tiempo, y lo será. Gracias porque en el silencio siempre hemos abierto. Gracias porque muchos o pocos, siempre creemos. Gracias porque los soles no se apagan ni en lado oscuro de la luna. Gracias porque comprender a veces va más allá del tiempo que os pueda quitar. Gracias porque en el momento que pareces perdido, siempre hay una recompensa esperando de vuelta. Gracias porque no hay mayor satisfacción que una frase que se repite más allá de estas fronteras. 

Gracias a los diez mil motivos para seguir dejando que la sombra de la oscuridad siga dando luz para ver vuestros reflejos.