En el sur no existía el agua, todo lo que había era cerveza. Toda la gente se sentía feliz y solo se hablaba de fiestas, y de cebada. No se esperaba a que el otro acabase su tercio, porque no había segundas partes en esta cara de la moneda.
En el norte, no existía la cerveza, todo lo que había era agua. Toda la gente de este lugar estaba saludable, y hablaban de la existencia de la vida, y del fuego, pues se podía acabar con él. Aquí, no solo se esperaba a la otra persona, también se acompañaba y se compartía todo sufrimiento y querer. Todos eran uno.
En algún punto entre el sur y el norte, durante algún momento de la vida, una jarra de cerveza cayó sobre el arroyo más puro que proveía de agua al norte. Todo ocurrió en una hermosa mañana de invierno bañada por unos cálidos rayos de sol. Él no podía ni mantenerse en pie, mientras que ella solo quería limpiar sus blancas mejillas. El estruendo de la jarra al estrellarse en el agua, despertó a aquellas dos criaturas, que tan diferentes creyeron conocerse. Rápido corrieron a limpiar todo lo que podría ocasionar aquel incidente en las tranquilas tierras del norte, y él aprendió a ayudar. Y ella aprendió que hay errores que no se pueden evitar. Y ambos descubrieron que los mundos están para compartirlos, al igual que la vida.
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