Hay cosas que se van modificando con el paso del tiempo. Esa clase de cosas que nunca creíste que cambiarían, pero el tiempo, todo lo puede. Desde amigos a rutinas. Desde elogios a críticas. Y llega un momento en el que lo inusual en tu vida es aquello que siempre has tenido. Porque no hay muchos detalles que se puedan mantener para siempre. Esa hora de lectura, forzada, para seguir creyendo e ilusionándonos con palabras, como cuando éramos pequeños. Tirarse al suelo en verano para buscar el placer de sentir que algo no está derretido. O simplemente seguir con la pasión que seguías de pequeño a tu equipo favorito o adorando a tu mascota.
Más allá de lo que podamos rescatar en el baúl de los recuerdos, ahora todo es nuevo. Distinto. Incluso seguirá siendo pasajero. Construimos nuestro mundo en base al tiempo, sin decidir lo que de verdad queremos. Una casa, un trabajo, gente que va y que viene. Amores y desamores. Incluso la familia. Esa edad en la que debería de surgir la figura del que construye aquello que un día podría quedarse para siempre, y sin embargo, solo habla del pasado, de lo inusual que es todo, ahora que solo quedan resquicios de lo que queremos ser, ¿acaso lo sabemos?
Voy a luchar por tener entre mis manos todo lo que un día aprecié. Pero es una guerra perdida, solo puedo apretar los segundos con la fuerza del que dejará escapar las experiencias, sí me quedo un momento mirando hacía atrás. Voy a tratar de ser inusual para que todo lo que llegue, comience a ver lo que dejé de ser, y sin embargo seré.
Porque no hay nada más inusual que ser tú mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario