Hubo una vez en la que pensé que había momentos que pasaban y no servían mas que para que el tiempo pasara. Pero estaba muy equivocado. Estaba muy atrás en el recorrido que vamos dejando a nuestras espaldas. Había momentos que creía que me matarían, algunos de aburrimiento, algunos de dolor. Había otros que me hacían sentirme el rey del mundo, y otros que me demostraban que no hay ningún momento en el que algo nuevo llegue a nuestras vidas, o mejor aún; alguien.
He llegado a creer que conocía a todo el mundo, todos los métodos, todas las teorías, todos los trucos, y todo el inglés posible. Pero me volvía a equivocar. Siempre llegaba esa palabra nueva, esa nueva expresión, y por supuesto, llegaba esa nueva sonrisa con su aire fresco, sus nuevas maneras y sus formas. Salías del camino y todo volvía a ser nuevo.
Había segundos que se convertían en el caos más absoluto. Se dejaban de seguir tópicos y todo rodaba hasta que la bola del conocimiento no entraba por la puerta. Se viajaba y se dejaban atrás amigos por cada rincón del mundo. Una experiencia, una casa. Se conocían las "mejores" palabras de cada vocabulario. Y por supuesto, el mejor lugar para la foto con más "me gustas".
Se seguía viajando, y se sigue, porque sin seguir uno se muere, y se trata de perderse, de no encontrar el límite, y sobre todo de dejar, de dejar atrás tantas experiencias que nuestras retinas no reconozcan todo a su alrededor, que exploten las agendas, y que los pies se queden sin zapatos.
Por no parar de conocer(te).
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