Cuento
historias como vidas, no cuento verdades como vidas. Y es porque yo siempre he
sido muy de contar historias, eso de inventar sobre una verdad, de hablar de
todo lo que se te ocurría, eso de dejar volar a tu imaginación, por no dejarte
ir en la vida. Eso es, dejarse ir. Cerrar los ojos para no saber donde
aparecer, hasta abrirlos y ver la creación, los sueños convertidos en tinta
sobre papel arrugado. Papel que representa todo lo que hemos vivido en algún
momento de nuestra carrera, ese folio que fuimos arrugando con cada paso que
íbamos escribiendo, con cada huella que íbamos dejando. Y es que una historia
no es más que un recuerdo. Todo aquello que deberías recordar. Y es que uno no
tiene porque solo recordar historias de una vida, puede recordar el mundo en el
que no le toco vivir, el barco en el que se quiso embarcar para no volver jamás
de donde nunca tuvo que salir. Recordar el avión que no despegó, recordar la
persona que aún seguimos esperando. Ya lo vi. Ahora echa la vista atrás, todo
esto no es más que otra de mis historias, sino la ves, es porque no ha
existido.
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