Tan sólo
debía tardar dos días más, pero ésta no es una chica normal, apareció antes de
tiempo, no me quiso hacer esperar. Y llegó, llegó para alegrar la vida, de
todos. Su piel rosada, un par de soles azules y su pelo rubio, iluminaban toda
una vida. Porque no solo aparecía una sonrisa, apareció el inicio de la sonrisa
de todos. Las “gracietas” de una cría, que con un “no” contentaba a todo el
mundo.
Se llama
Lucía, aunque yo también la llamo la suerte de mi vida, la niña de mis ojos, la
alegría de la casa, la sonrisa que me ilumina, la niña que me hace comer
gusanitos, la niña que con un “no” me hace feliz, sinónimos que significan lo
mismo, todo.
Unas
lágrimas anuncian mi llegada, soy el chico del tren, el que se va a Sevilla en
eso que hace “chu, chu”, el que le lleva gusanitos, acompañados de un chupón,
claro, y todo para comprarla, yo sólo le produzco lágrimas, pero los gusanitos
nos sacan una sonrisa a los dos, lo poco que me cuesta auto-sacarme una sonrisa
¿verdad?
Pero ese es
el comienzo, el final es muy distinto, acaba con un: - “no he valla” –Pero me
tengo que ir… - “¿va a enir?” –Pues claro que voy a venir y te traeré
¡gusanitos! – “¡¿chiiiiiii?!”
Y de nuevo
las sonrisas y los besos que inundan a cualquiera en tan ansiada felicidad…
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