miércoles, 25 de mayo de 2016

Ilusión

Creer y ver son cosas muy diferentes. No todo lo que crees lo puedes ver, y no todo lo que ves lo puedes creer. Pero, podemos creer y ver la ilusión. Ésta no deja de ser un reflejo de nosotros mismos. Nos empuja a creer, y si creemos normalmente terminamos por arrojarnos al vacío, sin importar lo que veamos más allá. Porque la ilusión tan solo es una condición para que empiece lo que verdaderamente somos. Lo que queremos ser, y lo que de verdad nos gusta ver. 

En esta ilusión no había baldosas amarillas, ni tan siquiera había un telesilla para subir a las nubes. Tan solo había que creer. 

Sus ojos desprendían esa sensación de no saber lo que están haciendo. De no saber si están mirando o viendo. De no saber que por los dos, se puede llegar a un infinito. Pero ellos seguían fijos en esa idea. Una idea que no creía conocer nada más allá, que no fuera esa ilusión por construir besos en el aire. De desaparecer entre unas sábanas y no existir en días. De saber que en cada suspiro se esconden más de un te quiero. De entender que entre lo que vio y lo que sintió, no había más que un camino de dudas relajadas por su sonrisa. 

Y con las dudas de la ilusión comenzó a caminar, a levitar, a volar, y rozó el paraíso creyendo que había que cerrar los ojos para poder verlo.

jueves, 19 de mayo de 2016

El de allí

En el sur no existía el agua, todo lo que había era cerveza. Toda la gente se sentía feliz y solo se hablaba de fiestas, y de cebada. No se esperaba a que el otro acabase su tercio, porque no había segundas partes en esta cara de la moneda. 

En el norte, no existía la cerveza, todo lo que había era agua. Toda la gente de este lugar estaba saludable, y hablaban de la existencia de la vida, y del fuego, pues se podía acabar con él. Aquí, no solo se esperaba a la otra persona, también se acompañaba y se compartía todo sufrimiento y querer. Todos eran uno. 

En algún punto entre el sur y el norte, durante algún momento de la vida, una jarra de cerveza cayó sobre el arroyo más puro que proveía de agua al norte. Todo ocurrió en una hermosa mañana de invierno bañada por unos cálidos rayos de sol. Él no podía ni mantenerse en pie, mientras que ella solo quería limpiar sus blancas mejillas. El estruendo de la jarra al estrellarse en el agua, despertó a aquellas dos criaturas, que tan diferentes creyeron conocerse. Rápido corrieron a limpiar todo lo que podría ocasionar aquel incidente en las tranquilas tierras del norte, y él aprendió a ayudar. Y ella aprendió que hay errores que no se pueden evitar. Y ambos descubrieron que los mundos están para compartirlos, al igual que la vida. 

miércoles, 11 de mayo de 2016

Natillas

Quizás el mundo se debería de quedar en el paladar. En esos labios que desprenden el saber del universo. Ellos que unen esa profundidad a la perdición. Ellos que te separan de la verdad. Quizás no haya más que mirar como tiemblan las mejillas de una vida, que nerviosa es devorada. 

Hay un sabor que supera a cualquier otro en el mundo. Este sabor se desprende más allá del poder de las papilas gustativas. Este sabor se puede ver a través de una tormenta. Este sabor, solo tiene uno, y siempre es diferente. En ti, y en los labios que te secuestran en cada amanecer. 

Porque más allá de un cielo azul, o un infierno rojo, hay placeres que se degustan en el día a día. En esos pequeños milagros que por orden se convierten en realidad. Porque un día el sol decidió: que la sombra de la noche no valía más que el calor de tus huesos con los míos. Porque un día, no había nada más allá que una palabra perdida entre una confusión encontrada.

No quiso saber si algo estaba mal. 
Ni lo quería entender. 
Na’ más quería que tuviese sabor a colores… 

…Y en esa explosión de colores, la hubo también de texturas. Y de sentimientos. Y de sin sabores. Y de maravillas. Y de subir y bajar. Y de pasión. Y de fresas amarillas. Y la hubo por ti, pero nunca fue suficiente…

¿Repetimos?

lunes, 2 de mayo de 2016

Creer

En todo camino en el que se aprecie el creer aparece una piedra. Ésta puede ser de un mayor tamaño o de uno menor, pero allí estará. Los que creen decidirán, con ella en la mente, como se puede seguir adelante; sin molestarla, eliminándola, o haciéndola su amiga. 

Y es que, no solo se abre un camino a los que creemos. Hay mil y una fórmulas para que el creer siga adelante siempre, sin que haya esperanzas que queden atrás. Una mirada siempre ve, más claro o más borroso, que la luz está en el siguiente paso. Que atrás no hay más que lo que siempre fue, sin que el presente se llegue a empañar. 

Las sombras se niegan a dejar de seguirnos. Yo me niego a dejar de buscar en el armario.
Las caricias se niegan a dejar de tocar. Yo me niego a dejar de cerrar los ojos cuando me besas. Las apariencias se niegan a dejar de engañar. Yo me niego a dejar de correr tras el viento. 

Yo creo en un lugar en el que el cristal y el agua serán uno. Las plantas serán las consejeras de mi vida, y los animales serán el consejo de sabios de un ser que no quiere dejar de cerrar los ojos. Será un lugar en el que la meta no tenga espectadores, y donde el uno más uno serán todos. Una playa rellena de conchas y caracolas proféticas. Una esperanza en cada atardecer y un río de principios. Allí, todo caerá desde una cascada que hará que toda melena acabe al viento, sin preguntarse por la verdad. 

Y ahora: CREER, porque algún día podré vivir mi propio paraíso, en el que la gente tendrá la culpa de que creer: no es cuestión de piedras, es cuestión de caminos…