viernes, 27 de marzo de 2015

Tenía que matarte

En una sombra encontraba mi parte más íntima, esa que refleja el escudo de lo que tienes, gracias a la claridad que aquella sonrisa regalaba a los mortales. 

Sentado en esa parte en la que tan solo tu cuerpo decide quedarse, me evaporé para volver a aquella playa en la que tu melena y las olas se mecían en la misma medida en la que yo no me dejaba atrapar. Allí es donde querías que todo se aclarase, pero en ese momento llegaste a la conclusión de que habías empezado con un rincón que ya estaba ocupado, y decidiste remaquillar una sombra que tan solo se había dejado ver en aquella maldición que te regala la bendición del bienestar. 

Enfrascada en la medida de lo corriente te habías montado en aquella subida de energía que tan solo te regala lo nuevo. Pero resultó que lo nuevo llevaba demasiado tiempo agarrado al paso del tiempo. Aunque seguía regalando una sabiduría que se quedaba pequeña al lado de una grandeza que surgía en el estrecho lado que hay entre lo que puede ser y no será. Ahí, entre un fuego enemigo, llegó el de la venganza. Y dejé que mi sombra se levantase para luchar contra lo que nunca había perdido, porque estaba decidido a quedarme con aquella parte que siempre está presente en el mareo fulgurante de empezar a cocinar. Y puse un poquito de cada cosa; derramé una lágrima por los dos, una media sonrisa, esa mirada esquiva, aquel abrazo que intentaba asegurar que todo estaba bien, pero no tenía ni el apellido de lo que ambos sabíamos hacer con ese momento de unión, y por supuesto, puse aquella parte tan íntima y algo chamuscada por intentar quemarla estando tan fría, y ahí, decidí que tenía que matarte antes de empezar. 

sábado, 21 de marzo de 2015

En la parada de en frente

Miraba como una hoja de papel sobrevolaba la calle. Pasaba hecha una bola sin detenerse, haciendo alusión a su vida. Y es que, últimamente las personas tan solo se deslizaban por sus sentimientos sin que éstas arraigasen o crecieran, como si un árbol de hojas perennes se destruyese. 

Conoció ramilletes enteros de historias que crecían desde las tinieblas, y que se desplomaban en marismas. Arrastraba por el barro todo tipo de melodías, que dejaban de sonar ahogas entre gritos de guerra por la independencia de un corazón indomable. Se alejaba de lo más íntimos destinos para quedarse en las más antiguas de las travesías, aquellas que te matan en la tristeza del pasado. Se miraba de arriba a abajo en el momento en el que necesitaba saber quién era. Necesitaba una imagen para poder identificar los sentimientos con la vida. Había perdido esa pequeña sonrisa interior que tan solo la ilusión de una gota de felicidad sabe regalarle a uno mismo. Había crecido esa cuantiosa agonía por la libertad de una vida perdida. Y había comenzado una agónica carrera por tener, en lugar de ganar. 

Pero en un chasquido saltaron por los aires todo los desperdicios de unos meses. Se iniciaron hogueras por todo el cuerpo que eliminaron los restos de una oscuridad, ahora iluminada de nuevo por el fuego del placer. Por el fuego del poder y del deseo. Por un fuego que se encontraba en la parte más endiablada de la vida. La que no da tregua. Esa que sin querer empieza para destruir más que nunca, y enredar todo los principios en una historia que se encuentra en el momento de parar, mirar y para nada asimilar. Así, solo se dejo llevar al frente. 

lunes, 16 de marzo de 2015

Lo inesperado

Quizás estaba demasiado ocupada para disfrutar todo aquello que la rodeaba. Quizás tan solo se veía reflejada en unos sueños, que la dejaban exhausta en relación a todo lo que echaba en falta. Quizás, y tan solo quizás ella se había quedado con las ganas de un pasado que ya nunca podría repetirse, porque en el momento en el que dices no, acaba toda la llama. 

Pero en el momento en el que la primavera llama a la puerta, se cierran los quizás y comienzan a crecer todo tipo de ilusiones. Así es como comienzan las lluvias, sembrando todo tipo de semillas que hunden con fuerza todas esa corrientes que arrastran las montañas desde el nacimiento en todo lo alto de unos finos dedos que desembocan en la mar. Y es que, en la contingencia de una necesidad aparecen demasiados destinos en los que poder refugiarte, pero tan solo se quedará el tuyo, el que siempre fuiste, el que siempre encontraste a la hora de escapar. Hay un momento en el que siempre sabrás que es lo que tienes, aunque sea malo, nunca dejará de aparecer tu verdadero sentido de lo bueno. Tú.

Y en esas aparece el verdadero punto del día, ese en el que nunca, y siempre podrás tener en una vida que no deja tiempo a que la organices, por mucho que te guste, por poco que quieras tener a tu lado unas sábanas limpias, esa partida que empieza por el descanso y las ganas inesperadas de comenzar, aunque tan solo sea teniendo el sueño de encontrarte. 

viernes, 6 de marzo de 2015

Queriendo sin querer

En la vida podríamos quedarnos con cosas sin querer. Al igual que podemos desaparecer en el atardecer, o recuperarnos en el más corto de los amaneceres.

Pero en el quedarnos, no nos encontramos con los que pueden entrar o salir, nos encontramos con aquellos que no se pueden mover. Aquellos que tomaron mil y una decisiones para finalmente quedarse con su propia mentira. Esa en la que creen por encima de cualquier verdad. Y es que, cuando queremos sin querer nos encontramos ante esa encrucijada en la que muchos nos podemos encontrar cuando superan nuestra barrera la desesperación y la necesidad por algo que no sabemos deshacer. Es un algo que nos encontramos en el camino de la perdición. Es un algo que podemos observar en los huecos que quedan vacíos en el momento en el que no sabemos que en primavera pueden aparecer nuevas florecillas con esas ganas con las que crecen al caer el agua de mayo. 

Y es que en la oportunidad del sinquerer podemos encontrar las puertas abiertas al camino de la bendición. Un camino que nos aclara desde nuestras ideas hasta nuestra alma. Ese que consigue que una sonrisa no sea solo consecuencia de algo que hemos tenido, o tendremos, sino de lo que hacemos y regalamos. De aquello que nos hace grande, que no es más que dejarnos ver en las pequeñas cosas que nos regala la vida en el momento en el que decido verte, como lo único que tengo ante mí…

…esas ganas de querer comerme el mundo.