jueves, 25 de diciembre de 2014

La fugacidad de la felicidad

En esa calidez que desprende una pisada en la instantánea y fría nieve se encontraba el deseo que todo el mundo había pedido. Era esa misma esencia de calidez que se encuentra por un instante. Porque el frío siempre permanece, pero ese momento en el que la nieve se derrite abruma a cualquier espera.

Y es que ese momento que puedas recordar debería de ser aquel que te hace mejorar. Porque la felicidad pasada es como el agua, sigue sin rastro alguno, pero el momento en el que te complicas la vida y sales adelante; aprendes y sigues una vía que te lleva probablemente a la felicidad en el futuro, e incluso en el presente.

Y piensas en esos días en los que crees que has perdido, y sin embargo has ganado lo más grande. Cuando toca hacer lo que no te gusta, pero al final tienes  tu recompensa. Cuando actúas en caliente, pero al final, como todo, te enfrías. El momento de recapacitar y recapitular, tú momento.

Así que, una vez más, la fugacidad se evapora en el presente, pero radica en el futuro para mejorar, para encontrarte y encontrarme, porque en el más leve roce entre dos polos opuestos radica la verdad. Como en el abrazo que está esperando, porque el frío se quiere ir. El calor está por llegar. Aquí y ahora te digo: Hola, es la hora de comenzar a caminar por tu camino de nieve. 

martes, 16 de diciembre de 2014

El beso en la cabeza

  • -  Antes no pensabas así.
  • ·   Antes no estabas aquí.
El comienzo, como la enseñanza, arranca en el aquí. La verdad es tan relativa que la disfrazamos con: “yo nunca”, pero esa realidad, que es al fin y al cabo la única que te lleva a realizarte a ti mismo y a encontrarte con lo que de verdad existe, va más allá de las palabras, te sigue con tus propios hechos, y sabes que en todos ellos has mentido,  porque antes, tú no estabas aquí.

Ahora ya no existen esas mentiras. Se han cambiado y disfrazado de caricias. Besos en la orilla de esa miel derramada en la tostada. Se ha pasado a la realidad por el forro en esos interminables intercambios de miradas. Se ha caído en la tentación y has acabado manchado con sus suspiros. Te han derramado por todo el cuerpo esa sensación de plenitud. Esa que solo entra en el momento de acercarse al fuego, cuando necesitas descongelar las ideas.

En calor, y con la promesa de dejar a la realidad apartada de todo. Incluso alejada de todos esos pensamientos pasados. Y alejada de una mente en blanco, que solo se acerca a esa realidad en el momento que tiene ante sí esa sonrisa desperezándose sin razón alguna. Justo en ese calor es en el que sin darte cuenta se presenta, sin su carta de presentación, la relajación máxima.

Así, sin ojos a los que mirar en la oscuridad placentera, que encuentras entre los brazos de una persona que nunca esperarías en el andén de las tres y cuarto, llegó el momento más agradable del mundo, se inclinó y como si de un dios se tratase os bendijo a los dos con ese beso en la cabeza.

lunes, 8 de diciembre de 2014

Diciembre

Siempre se quejaba de la soledad. Pero había decidido que en aquella soledad, en aquella en la que tanto le gustaba quedarse, en la que hasta el frío se le calaba hasta no poder dormir despierto. Allí, justo en el momento en el que lo estaba pensando, pasó. Acababa de entrar en diciembre y respetaría aquel mes por todo lo que conllevaba y decidió darle a él y solo a él, el privilegio de ser el único.

Era el único en el que podía despedirse antes de poder dar la bienvenida. Era el único en el que dejaría que el frío lo congelase por poder disfrutar en la calle de aquel apretón de manos. Era el único con el poder de sacar el sol por la mañana para derretir a la noche. Era el único en el que pensaría antes de que todo se acabase. Era el único que le permitía volver a todo lo anterior. Era el único en el que se presentaba la ocasión de ver la vida, aquella que siempre era tan oscura, ahora de blanco.

Y es que pasear en diciembre es la oportunidad de descubrir y a su vez de volver. Como en una máquina que sube y que baja en el tiempo. Ahora tienes tres años, ahora tienes sesenta y tres. La cuestión es que siempre le das la oportunidad a este mes. Porque siempre sabes que todo irá bien, que ni el frío será capaz de desaprovechar tus capacidades. Que esa blanca navidad siempre se cumple, nieve o no, porque llega el nuevo propósito. Y todo se olvida. Diciembre es el mes. Y tú eres mi oportunidad.