Esa
capacidad para nada, esa capacidad para nunca. Siempre está ahí, porque ese
“nunca” significa estar. Se tiene para poder perderla. Se deja caer, para poder
ser rescatada. Se quiere, para poder tenerte. Se hace notar, para poder desaparecer.
Se echa en falta, cuando está. Aparece cuando tan solo necesitas perderte. Es
necesaria siempre que no hace falta, ni si quiera, nada. El despertar de cada
letargo. Es una vuelta al camino recto. Es el mundo al que escapas, el mundo en
el que vive. ¿La tienes o no la tienes?
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