miércoles, 24 de febrero de 2016

La chispa

Por encima del hombro se alegraba de mostrarse aquella especie de bienvenida. Era una luz que resplandecía, se mostraba en ráfagas y jamás era permanente. Iba y venía a su aire. 

Una sonrisita picaresca daba aún más brillo al cuadro. En él, sonaba el desperezar de la raza humana. Había una especie de sentimiento por encontrar la más escondida de las gracias. 

Se escuchaba como las sábanas se despegaban de la piel sudorosa. Había dejado marcas, y no solo en forma de sueños. Lo había disfrutado y lo había descansado, pero nunca lo había vivido. 

Estaba sedienta y necesitaba hacerse con la presa que más le gustaba. Tenía hambre y buscaba desesperada como acabar con aquel agujero. No había forma de saciar aquel cuerpo rebelde. 

Caminaba despistada por todos aquellos rincones inhóspitos. Entre vigas de madera, y telarañas. Entre segundas piedras y ríos de plástico. Entre la razón de ser, y la de querer(te). 

Se abrazaba a la esperanza de seguir en el mundo de los vivos. En un mundo en el que el poder de sentir se queda entre tus brazos y los míos. Entre un tú y yo, que siempre fue imaginario. 

Y se despedía. Se iba sin haber logrado nada un día sí y otro también. Pero allí volvía a salir al día siguiente. Era esa chispa que nos hace ser especiales. Era lo que te hace grande. Eras tu mismo. 

miércoles, 10 de febrero de 2016

El mar

El amar de las olas se escuchaba de fondo. Era de ese tipo que va y viene, que rompe y sacude todo a su paso. De los que perdonan, pero que terminan devolviendo tarde o temprano lo que un día se lanzó al fondo. Tenía un run run que te permitía coger el sueño, no sin antes pasar por teorías desafortunadas. Había una cierta esperanza que no se terminaba de encontrar en aquella amada orilla, donde una fogata iluminaba con certeza los deseos de ambos. 

En la hora del baño todo sucedida con normalidad. Había una inmensidad que les regalaba la paz a ambos. Solos, no había más interferencia que la de una caracola. Lo habían cambiado todo para poder dormir a la brisa del verano. Para abrazarse en el momento del amanecer y amarse en el momento del atardecer. 

Bucear era como adentrarse en ellos mismos. Una infinita oscuridad iluminada por peces de colores. Sonrisas submarinas que levantaban pasión en el fondo de un sinfín inabarcable. Así es como se deseaban, en soledad. Con la compañía de unos sentimientos que daban vida a todo aquel ecosistema. 

Pero en aquella playa abandonada, en aquel desesperado intento por encontrar la verdad, todo se arruinó. No había más materia que el egoísmo. Un retiro de la grandiosidad que una persona puede dar al mundo. Había decidido secuestrar todo lo que le importaba. Pero solo había una parte feliz. Y había comprendido el porque de las tormentas. No todo podía seguir las pautas de un solo ser. Había algo más, había que compartir el amor, y en él ya no quedaba más que el mar de fondo para susurrar que aquello no existía. 

lunes, 1 de febrero de 2016

La historia

El vello se erizaba con la llegada de aquella premonición. Acababa de dejar un espacio en blanco antes de comenzar. Pero decidió seguir aquella sensación por encima de todo pensamiento. El aire sonaba cálido, ese que no se lleva el pesar. Dejaba delante de aquella sombra el siguiente paso que dar. Porque esta vez, en todo aquel escenario, había una historia que contar: 

La historia había comenzado sola. Se había subido a una estrella y había deslumbrado por los rincones más inoportunos. Había tomado nombre y ahora quería tener vida. Había comenzado despacio, pero la velocidad pertenecía a su grandeza. Aquel sentido de transmisión volaba por el reptar de un deseo. Unos ojos enrojecidos se agarraban al cansancio para no naufragar. Una mano se lanzaba como salvavidas. Ambos se agarraron para sacar a flote un nuevo pico de azar. El sentir fue algo que se convirtió en nubes pasajeras. La lluvia caía para poder recorrer sus cuerpos en una caricia. Y el sol les devolvía el brillo de un día oscuro. 

Besos tronaban en forma de eco, para nunca desaparecer. Deseo se transformó en miradas de salsa. Bailes a medianoche que, ¿acababan? El prestigio fue algo in-calculado en el momento en el que caía la bandera. Se izó el no molestar, y el mundo se apartó. No había quien decidiera el paso. El acantilado no daba miedo, y las caídas no existían. Solo el fuego estaba presente. Y el día a día fue eléctrico, fue vivo. Creció una nueva idea en la vida. Maduró una sonrisa y quedó un legado feliz. 

Y la historia se fundió, pero no en uno, se fundió en dos. En dos cuerpos. En dos almas. En dos mentes. Porque dos, suman más que uno. 

Y la historia triunfó.