miércoles, 22 de abril de 2015

Un tiempo mejor

Daba la casualidad de que siempre que cerraba los ojos se encontraba en un tiempo mejor. Siempre aparecía aquella sonrisa que le hizo disfrutar por unos segundos aquel día, y que hoy, le gana con otra en su propia cara, aunque ésta, no la podamos ver. Siempre aparecía aquella broma con la que todos reímos hasta caer al suelo exhaustos por unas lágrimas agradecidas, hoy, aunque no lo podáis oír, también lo habéis conseguido. Siempre escuchaba aquella canción en la que me apretabas la mano, o simplemente me mirabas y me sonreías, antes de lanzarnos a cantarla, hoy, siguen nuestras sonrisas y mi inepto tarareo. Siempre aparecía aquella sorpresa que dejaba perplejo a éste desagradecido sorpresivo, hoy, de nuevo queda esa sonrisa que nadie más verá. Siempre aparecía aquella copa que nunca se acababa, al no poder dejar de hablar, hoy, sí, una sonrisa más expresiva que cualquier copa de más. Siempre aparecía el momento en el que el que no reía no era parte de nosotros, hoy, una cara seria en estado de coma pasado. Siempre aparecían esos problemas, que hoy, lo son menos. Siempre aparecía una parte en el que están los que me susurran en mi corazón que un tiempo fue mejor, pero que para recordarlo siempre hay que quedarse a tu lado. Hoy, ni mejor ni peor, os lo agradezco a todos…

…por un tiempo mejor. 

lunes, 13 de abril de 2015

La ceguera, la oscuridad y la balanza equilibrada

¿Dónde queda lo que pierdes? Es una respuesta simple, y aquí te puedo hablar de una oscuridad que acabó con la claridad, o que incluso acabó con otra oscuridad pasada. Esas cosas que se fueron y que quedaron atrás. Olvidadas entre toneladas de vivencias que pasaron entre tus lágrimas y mis sonrisas o, ¿era al revés? Quizás ese lado en el que tienes que buscar lo que perdiste está cegado por lo que tienes en el presente, y ahí, es dónde entra: ¿dónde queda lo que tienes? Oscuridad. Siempre te encuentras con la misma respuesta, esa que puede llegar a ser el primer paso para todo, o para nada. 

Él, que no quería perder ni un gramo de toda su felicidad decidió que había algo más que la oscuridad. En esas luchó por una tormenta, porque quería que toda aquella oscuridad se marchase. Se enfrentó al pasado montado en un momento en el tiempo, y se disfrazó de mago para volver a un presente en el que tú ya no estabas. Y ahí vino la calma, disfrazada de arcoiris, con una maravillosa tonalidad que dejó ciego a todo el pasado, y se perdió. Olvidó todo el camino y todo lo que era. Entonces despertó…

… esa sonrisa que siempre le acompañaba dormía a su lado. No la había perdido. Él había conseguido volver de ese lado oscuro. También lo había conseguido de esas ganas de más. Se había quedado con ese momento en el que aprendes del pasado y disfrutas del presente, porque tú eres su balanza equilibrada. 

domingo, 5 de abril de 2015

El verdadero querer

Sentado frente al calor de unas llamas que tocaban en mi puerta cada noche, me dejé querer. Ese reflejo anaranjado me daban las formas de mil sombras que me reflejaban mil vidas, con sus mil historias y en ellas, siempre éramos felices. En ese momento en el que dejaba que el calor entrase por la puerta dejé que el hielo inundase mis antiguas historias. Pero aquí, no hay cabida más que para una puerta que parece de rodeo, con mil vueltas, tanto para entrar como para salir. Sigue meciéndose, ya sea por el viento que revela el aparecer más espectacular, o por la liguera brisa de lo que siempre estuvo ahí agarrándote la mano.

Y es que el verdadero querer, se enreda de mil formas. Se aprieta a ti, hasta calarte los huesos en ese abrazo que te abrasa por dentro, te ilumina por fuera, y te eleva hasta unas nubes tan esponjosas que serian perfectas para el secuestro en el que pienso cada noche. El retiro a unas vacaciones en las que seas para mí el ángel que me aguarda. 

Pero también está en ese respiro con el que te ahogo hasta dejarte sin aliento, porque ahí, somos dos personas que luchan por comerse al amor. Algo tan ridículo, pero que puede hacer que sientas de verdad como se transmite una caricia de una forma tan fantástica como puede ser en la que mi lengua acaricia la tuya. Algo tan inaudito como puede ser que entre tu respiración y la mía, no haya nada, porque ahí lo somos todo. Como puede ser acabar exhausto, en ese momento en el que luchas por coger el aire que has decido darle a otra persona, y en lugar de luchar por más aire, te derrote una sonrisa simple, a la vez que compleja, ahí, sabes lo que tienes delante. 

Aunque la forma más clara para confundir al verdadero querer sea de mil colores distintos. Los tenemos azules, verdes, marrones, negros, atigrados, y en ellos un blanco de fondo que no representa la claridad que una mirada te puede transmitir. Y es cuando sonrío al verte, o cuando lo hago sin mirarte, que sé que en el momento en el que mis labios se mueven, algo se estremece.

Pero tú, no eres nada de eso. Eres una explosión, que empieza disparando su mirada contra la mía, que acaba arrancándome los huesos de su sitio para hacerlos tuyos, que me da el aire que me falta en el momento en el que nuestras manos se unen y que explota en el instante en el que esa mirada me devuelve el aire en forma de una sonrisa maravillosa que me enseña lo que es el verdadero querer.