viernes, 29 de mayo de 2015

Volver


La diferencia entre el ahora y el ayer recala en ese segundo que tardas en preocuparte y regalas a lo ya vivido. Tan fácil como chascar los dedos. Tan fácil como perderte entre las nubes. Tan fácil como mojarte el único día que te olvidas el paraguas. Tan fácil como hacerte sonreír con solo mirarte. Tan fácil como olvidarte en el ayer. Así de sencillo resulta perder el tiempo en cada momento, porque volver, en ese pasado, no es más que rebuscar en el jardín trasero por el tesoro que enterramos de niños. Una caja de juguetes nos trae la más dulce de las sonrisas, esa que se mezcla con la dulzura nostalgia para maravillar a propios y extraños. Con esa cara de paraíso vivido, y perdido, nos entrevistamos a nosotros mismo por el momento en el que decidimos volver. Volver a nacer en un nuevo mundo. En un nuevo planeta en el que no valen tesoros enterrados. En un nuevo amanecer en el que los besos se desmarcan en volver a tornar mis ojos en relámpagos destellos de felicidad. En un nuevo camino que recorre los rincones más oscuros, aquellos en los que las sombras de la verdad marcan la diferencia entre la soledad y la perdición. En un nuevo signo de que volver, no es más que reiniciar y volver a vivir la magia de lo nuevo. Ese estilo que destaca hoy en día, en lo que nada vale, más allá del presente, en el que todo se pierde unos segundos después, porque una foto es tapada por mil más. En la que una cerveza es ahogada por otras mil. En el que un amigo se pierde en la distancia de una noche de amistad. En el que todos somos como una mezcla de olvido y seguir viviendo, ahí destaca el volver. El volver atrás o el volver a vivir. 

viernes, 8 de mayo de 2015

Un alma libre

Resulta que en la profundidad de un abismo como es la inconformidad y la decepción esperaba sentada una libertad que iba más allá de lo que uno mismo quiere. Se encontró con un lugar oculto que se dejó ver en todo lugar nuevo al que llegaba. Salía de casa siendo alguien distinto al que era al llegar a un nuevo destino. Decidió conocer el mundo y terminó por conocerse a si mismo.  Se despejó en cualquier duda que pudiese suponer salir sin destino común. Se aclaró en la simple mirada que desprende alguien a quien conoces para no volver a ver.  Se reflejó en el cristal de un avión, un coche, un tren, un autobús, y no se reconoció. Llegaba al desafío de no volver nunca a casa. Y es que el desafío ya no era volver, era saber. Había olvidado cual era su casa, porque no quería saber quien era, solo quería conocer y reconocer lugares con los que había soñado y lugares con los que había tenido pesadillas. Lugares, esa era su palabra favorita. Recogía de lugares experiencias y de experiencias recogía la sabiduría del viajero. 

Se encontraba, mientras escribía estas palabras, sentado, esperando, reflejado en un tren, viendo pasar algunos momentos pasados y algunos que nunca llegarían, pero sobre todo, se quedó mirando su alma, que a parte de tener un color, era libre. La dejó escapar en la siguiente parada y no volvió a saber de ella, hasta que encontró su nuevo destino a lugares desconocidos. Lugares sin nombre y con la experiencia que solo da el siguiente paso…