domingo, 5 de mayo de 2013

Lagañas mañaneras


Las lagañas encarcelaban a sus  cada vez más diminutos ojos. Se perdían entre visiones de oscuridad y ráfagas de una tímida claridad que arremetía contra sus párpados. Al principio no parecía más que un sueño que quería despertarlo. Tan solo eran rápidas visiones de oscuridad. El cansancio pareció haber desaparecido y sus rugosos dedos destrozaron las lagañas para dejar entrar la luz. Ese movimiento la asustó. Él llegó a verla, fue un instante, una centésima de segundo, pero la vio.

Cuando ya pudo ver la realidad reflejada en el bostezo que daba, se dio cuenta del problema que acaba de ver en casa. No es algo agradable de ver al despertar, aunque supo acometer la tarea que le planteaba el día.

La noche llegó antes de lo esperado. Entre idas y venidas, había pasado la tarde fuera de casa. Al llegar encontró algún jarrón roto, lo que hizo que se impacientara aún más.

Se fue a la cama con la sensación intranquila de quien quiere estar al pie del cañón durante una batalla decisiva para el transcurso de un país. Antes de que se diese cuenta las lagañas habían vuelto a su cara, aunque el despertar fue mucho más tranquilo que el anterior. Un salto lo hizo aparecer en la realidad de un nuevo día. Bajó rápido y fue directo a la trampa. Victoria. Allí estaba en la jaula que tanto había tardado en encontrar. Al verlo chilló y arremetió contra los laterales metálicos, pero ya no podía salir de allí. La casa estaba a salvo y la incursión del roedor no duró mucho. 

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