martes, 22 de marzo de 2016

Una lágrima

Llega un momento en la vida en el que nada importa más que el sentido de poder desahogarse. Puedes buscar el tuyo en la soledad o en la compañía, pero siempre necesitarás que una lágrima barra todo el polvo que se acumula. Porque no hay victorias sin derrotas, y en ese balance siempre hay caídas para saber superarse. 

En los escalones por los que paseo actualmente no saben lo que significa estar callado. Hay mucho ruido por todos lados. Nadie sabe estar en silencio. Desde un murmullo, pasando por un grito ahogado, hasta llegar a un cotilleo maldito por lo que pudo haber sido y no fue. Por lo que es y no sería sin ser. Porque siempre que se persigue al futuro, se tiene que vivir el presente. Porque hace tiempo que la sonrisa dejó de ser suficiente para mostrar que si ella no está, solo puedo estar enfadado. Porque no solo hay rayos de luz, también hay alfombras rojas que se mojan. 

Y es que este presente es más presente cuando sabes quiénes han hecho que todo esto exista. Una vida en la que no solo hay personas, hay sentimientos. ¿Sabes cuáles son? Aprovecha y reconoce en ellos tu felicidad, solo así habrá lágrimas que te den alegrías. 

PD: una lágrima puede contener a toda la humanidad o desahogar toda una vida.

miércoles, 2 de marzo de 2016

Ella no quería desaparecer

Hace muchos años había una especialidad que se disfrazaba de felicidad. Era sencilla, y se palpaba en cada esencia cotidiana. Se podía tocar, y la podías ver en cada rincón del mundo. Daba la libertad de poder jugar, y no había demasiadas reglas. Se delimitaba en el terreno de la confianza y se desplegaba a lo largo de la costa. Se reflejaba en cada carita iluminada, en cada espejo sin exceso y en el sol de mediodía. 

Su problema eran los años. Era huidiza. Los pensamientos de los demás, el tiempo, los errores y el dolor, eran su muerte. Un despilfarro de tiempo se contaba como unos segundos, mientras que los años seguían dejando atrás un contador que nunca queríamos mirar. Se atrevía a desafiar al futuro, sin importarle el presente. Y el más importante de los problemas caía impotente cual hormiga ante el caminar incesante de la inquietud. El vaso no existía, se rompía y mojaba cada guión escrito. Solo una madre podía regular el espacio y el tiempo de la época, pero sin olvidar los meses de vibración indefinida. 

Un niño jugaba y jugaba, hasta caer rendido. Un niño reía y reía, hasta que los dientes se caían de leche inherente. Un niño lloraba y lloraba, hasta que las lágrimas se convertían en cuentos. Un niño imaginaba e imaginaba, hasta que dejaba el mundo del ahora. Un niño gritaba y gritaba, hasta que la voz se convertía en el viento pasajero. Un niño indagaba e indagaba, hasta que toda América caía rendida a sus pies. Un niño nunca dejaba de ser un niño. 

En un rincón descansa ahora. Está envuelta en una sábana blanca, cuál ropero desterrado. Sabe que para algunos pasó el tiempo, pero nunca imaginó que acabaría siendo uno de esos utensilios que enmarcamos dentro de la categoría de: aparatos desfasados

Ya no existen los niños. No existe esa ingenuidad de reírse de uno mismo. No existe la imaginación por conquistar el mundo con un trozo de plástico en forma de indio. No existen las posturas ante el espejo. No existen las casas en arboles o debajo de la mesa. No existen porque ya no seremos nunca más niños sin saber lo que es el mundo. Lo vemos día a día. No podemos cambiar algo que nos cambia a nosotros. La hemos perdido. Se fue la capacidad de conocer algo nuevo y de crecer por etapas. Ahora solo seremos mayores, por y para siempre. 

Descanse en paz señora infancia.