En el epicentro de todo aquel revuelo de gritos no se hizo honor al silencio. Éste, enojado por todo lo acontecido, decidió dejar a la voz principal sin la opción del nombre. La voz, sería algo que se escuchase alejarse sin ser recordada, y acercarse sin ser reconocida.
Ella, ya no sería el alma de la canción, ya no sería el amor del que todos hablaban. Sería esa especie de ida y vuelta en el que el deseo sin pasión se esconde. Ese sin sentido del que muchos huyen a esconderse en la simplicidad del que te guarda las espaldas.
Ella, ya no sería el susurro que despierta al sol, ya no sería la sonrisa que brilla. Sería ese miedo a que las palabras pudieran significar algo más. Ese significado a la vida que tan solo se muestra en la mirada de en frente.
Ella, ya no sería el deseo que desprenden unos labios, ya no sería el presente que querías. Sería esa persona que ni reza ni come, vuela. Ese vuelo que conquista nubes amarillas, y dibuja vendavales.
Ella, ya no sería el sentimiento que se despierta en un segundo, ya no sería la pequeña luna. Sería esa sensación de que toda está vencido. Ese destrozo que solo se comete cuando todo está acabado.
Ella era libre. Ya no había ningún nombre que decidiera por ella si era el silencio o un grito quién expresase sus sentimientos. Ella sería vida, y nadie más.