martes, 13 de noviembre de 2012

Como una cámara vigía


Día a día. Momento a momento. Instante a instante. Caricia a caricia. Beso a beso. Mirada a mirada. Roce a beso. Beso a mordisco. Mordisco a pellizco. Ya lo ves, los momentos importantes, como las cosas importantes, las que uno recuerda, suelen ir de dos en dos, no en soledad. La fortaleza de las broncas diarias, los roces de las caricias reconciliadoras, los momentos de desconcierto, los momentos de acierto, los momentos de enemistad, los de indiferencia por todos aquellos que queremos que lleguen de amistad, de contagio de felicidad. La risa contagiosa de la reconciliación, y lo que no es la risa.

No estoy pidiendo momentos, días, instantes, caricias, besos, miradas, mordiscos o pellizcos. No me hace falta pedir nada de eso. No me hace falta pedir parejas de esas cosas porque ya tengo la única pareja capaz de darme todo lo que uno necesita y más.

Poder disfrutar de la incapacidad de frenarse. Poder disfrutar de un descontrol. Poder disfrutar de un derroche de sonrisas. Poder disfrutar de ti.

Sin más, solo pido seguir así, algo imposible de conseguir. Aunque nadie me impedirá recordar estos momentos. Recordar la pareja que ahora mismo somos y siempre, repito, siempre permanecerá aquí, entre tú, este folio, yo, y estas cuatro palabras. Que tan solo serán capaces de guardar la llave de estos bonitos recuerdos que son nuestras noches veraniegas en nuestra querida Palma. Nunca podré guardar por completo lo que somos, vivimos y queremos, pero si guardaré el recuerdo de todo un momento de felicidad.

Mi mente no es como una cámara vigía, pero tratará de guardar todo lo que vivimos, como podemos pasar de un calentón, al miedo, de ahí a la sonrisa que acaba con el miedo y a la soledad de una despedida más. Al lado de un hospital, que sin duda nos dice que es la hora de reparar nuestros cuerpos y de darnos unas horas de descanso.

Te prometo una cámara que guarde todo lo que hacemos cada noche, aunque sin lugar a dudas me quedó con el pequeño anhelo del recuerdo. El deber de esforzar la mente a que busque en el enorme cajón de recuerdos y recordar pequeños instantes de placer, intriga, riesgo y felicidad.

Me esfuerzo ahora a darle a “esto” un final, pero no tiene sentido, no veo final a lo nuestro, por ello, ya no escribo sobre finales…

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